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Que el comunismo no vuelva a comer de tu pobreza

Luego de varios años de crecimiento económico y reducción de la pobreza, el Perú perdió el rumbo y eso, que quede claro, sucedió antes de la pandemia. A lo largo de los últimos y quizás más de 10 años, quienes no fueron capaces de llegar al poder ni por las armas ni por las urnas, se infiltraron en ministerios, en el ministerio público y en el poder judicial y, finalmente, entraron a Palacio por la puerta falsa.

Sin embargo, esos infiltrados, la izquierda caviar, morados y los amoratados para más señas, fueron el mascarón de proa de la asolapada izquierda totalitaria, que vio en ellos no solo a sus tontos útiles sino que, dada su incapacidad de gestión y su cobardía para tomar decisiones, encontró en ellos -además- un eficaz mecanismo para agudizar la desesperanza; más aún en medio de una pandemia que se ha llevado consigo al menos un ser querido de todos y cada uno de nosotros.

Hoy la pobreza ha vuelto a tomar por asalto miles de hogares peruanos que ya la habían dejado atrás, que habían logrado escapar de ella con mucho esfuerzo y gracias a un entorno de políticas que promovieron exitosamente la inversión y el empleo. Eso empezó a cambiar -insisto y que quede muy claro- antes de la pandemia: en el gobierno de PPK se registró el primer retroceso en la lucha contra la pobreza, luego de al menos dos décadas de reducción sostenida y creación de emergentes clases medias. Nos impusieron una agenda alienada que priorizó el “lenguaje inclusivo” antes que la inclusión económica y que, de facto, prefirió a “todos, todas y todes” pobres antes que a simplemente incluir a “todos” y empoderarlos para salir de la pobreza; una agenda en la que la izquierda caviar insistió en medio de una pandemia y sin ser capaz de comprar oxígeno, camas UCI o vacunas. Esa agenda es, sin lugar a dudas, la mejor prueba de la desconexión de esa sacha ideología con las verdaderas necesidades populares. Es poco menos que la expresión más patética de algo así como el delirio del mal.

Los caviares, sin embargo, no hubiesen podido lograr hacer tanto daño en tan poco tiempo de no ser por el interesado apoyo de sus aliados. Estos 10 años de caviarato han sido posibles por la alianza que forjaron aquellos con el Club de los Oligopolios que, además, puso a su servicio al más perverso de todos sus socios: el oligopolio mediático del Grupo El Comercio. Así, esa Alianza Vergonzante fue capaz de construir una narrativa para perseguir y destruir a todas aquellas fuerzas políticas que pudiesen presentar democrática oposición a los propósitos dizque políticos de los caviares y a la preservación de los privilegios económicos de una oligarquía desarraigada, mercantilista y explotadora, en el más puro sentido etimológico de la palabra, como la del Club de los Oligopolios.

Mientras tanto, en las regiones, las expresiones más primitivas de la falsa izquierda hicieron de las suyas, robando el dinero de sus pueblos, sumergiéndolos en la desesperanza y encubriendo su incapacidad y su corrupción con el cuento del centralismo limeño que, ciertamente, era una percepción resultante de la inoperancia ejecutiva de la Alianza Vergonzante antes que el resultado de concentración de la inversión pública en la capital: recursos hubo y en inmensas cantidades, pero se despilfarraron y malversaron y, en mayor escala, precisamente allí en donde la falsa izquierda detentó el poder (como en el Cusco o en Junín, por ejemplo). Todo esto, por supuesto, fue funcional a la estrategia de la izquierda totalitaria en la peor de sus expresiones: el comunismo que opera en el perímetro de la Constitución con el solo objeto de destruir la democracia e instalar un régimen dictatorial. Me refiero a esos que blandean como una cuarta espada el reemplazo de la Constitución como si aquel acto en sí mismo tuviera el poder de un conjuro para cambiar la realidad que ellos mismos han contribuido a agudizar en sus extremos más perversos. Me refiero a los grupos incapaces de deslindar con el terrorismo asesino de Sendero Luminoso o la dictadura de Maduro en Venezuela. Me refiero a Perú Libre.

La realidad que tenemos hoy ante nosotros no es producto del mal llamado “modelo económico neoliberal” sino el resultado de una Alianza Vergonzante entre un grupo de parásitos de la política y la más rancia de las oligarquías económicas, exacerbada por la incapaz y corrupta conducción de más de una decena de Gobernadores Regionales de la falsa izquierda. Esa Alianza Vergonzante y esos gobernadores, nos han llevado a la encrucijada electoral que hoy enfrentamos.

Luché contra la dictadura de Fujimori y fui perseguido por ella: me cerraron un programa de radio y un programa de televisión. Me enfrenté cuando había que enfrentarse: cuando Fujimori tenía todo el poder en sus manos y no ahora cuando es un hombre enfermo y encarcelado. Sin embargo, no tengo nada contra su hija y no creo que ella sea responsable de los actos de su padre. No voy a votar ni blanco ni viciado. Votaré por la única opción que nos permitirá seguir luchando contra la Alianza Vergonzante y poder, dentro de un régimen democrático, construir una Republica de Pan y Libertad. El reto es reconstruir una propuesta de izquierda democrática sin tiranos políticos y sin tiranos económicos. Esa es la verdadera promesa de la vida peruana y el legado que recogí, como 1.214 de mis compañeros muertos a manos de Sendero Luminoso, del ilustre peruano Víctor Raul Haya de la Torre.

Por eso hoy digo a quien tenga oídos y quiera escuchar: compatriota, no dejes que el comunismo vuelva a comer de tu pobreza.