Opinión

Fragmentación, ego y el reto de pensar en nosotros

No soy sociólogo —aunque más de una vez he sentido que debería haberlo sido—, pero después de décadas construyendo empresas, caminando por los pasillos del sector productivo, y escuchando tanto a políticos como a trabajadores, me he convencido de algo:
La fragmentación social que vivimos hoy no es azar. Es diseño. O mejor dicho, es el resultado de un diseño ausente.

En el Perú de hoy, lo individual se impone a lo colectivo. Desde las aulas hasta el Congreso. En las escuelas, premiamos al alumno con el primer puesto, pero no celebramos a la clase que mejora en conjunto porque aprendió a colaborar.

Y en la política, ni hablar: cada quien con su parcela, su agenda, su ego.

¿El resultado? Un país lleno de cabezas de ratón… cada una convencida de que está liderando algo, sin darse cuenta de que el cuerpo —la nación— está paralizado.

Permítanme traer una cita del expresidente Ronald Reagan, quien decía:
“No hay límite a lo que un hombre puede lograr si no le importa quién se lleva el crédito.”

Lamentablemente, acá pasa lo contrario: todos quieren el crédito… incluso por lo que no hicieron.

Ejemplo uno:

En el Congreso, 11 bancadas, muchas sin ideología clara. Se alían hoy, se traicionan mañana.
¿Por principios? No. Por cálculo.

Ejemplo dos:

En la educación pública, miles de maestros siguen enseñando con textos desactualizados, y cada región hace lo que quiere con el currículo.

¿Por autonomía?
No. Por falta de liderazgo.

Ejemplo tres:

En las juntas vecinales, las asociaciones, los gremios… cada uno jalando por su lado.

Hasta la lucha contra la delincuencia se fragmenta entre municipio, policía y fiscalía. Cada quien tiene su “plan,” pero nadie tiene una misión común.

Y ojo, no es solo un problema de estructura.

Es un problema de cultura.

De valores.

De principios.

De la falta de (algo que antes llamábamos) ética cívica —la capacidad de pensar en nosotros antes que en mí.

Porque como decía Mario Vargas Llosa, “Una sociedad sin valores sólidos es como una casa sin cimientos: cualquier viento la derrumba.”

Ahora, no todo está perdido.
Hay escuelas rurales donde los niños comparten lápices porque saben que aprender juntos es mejor.

Hay empresarios que no buscan monopolizar mercados, sino multiplicar oportunidades.

Hay jóvenes que entienden que ser influencer no basta si no influyes en algo que valga la pena.

Y hay espacios como este, donde todavía podemos reírnos un poco de nosotros mismos.

Reagan tambien decia: “El gobierno no resuelve problemas. Los subsidia.”

En el Perú, a veces parece que subsidiamos los problemas con diagnósticos… pero sin cirugía.

Mi propuesta no es una utopía.

Es una invitación a cambiar el enfoque:
• Formar desde la infancia para el equipo, no para el podio.
• Enseñar que principios no son obstáculos al éxito, sino su único cimiento duradero.
• Recuperar el nosotros, en un país donde el “yo” ya ha hecho suficiente daño.

Porque al final del día, el ego puede hacer ruido… pero solo el propósito hace historia.

Gracias.


Comentarios

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