Opinión

El escozor de Escazú

Me hubiera gustado referirme a la bella ciudad costarricense de Escazú que, como su nombre lo indica es el “lugar de descanso”, y hablar de sus paisajes y riquezas turísticas.

Desafortunadamente, fue el lugar de las negociaciones del polémico Acuerdo del mismo nombre, que vulnera la soberanía del Perú al convertir las intervenciones sobre el desarrollo del Amazonas en discusión internacional que nos puede llevar a la Corte Internacional de Justicia.

Tal instrumento se llama Acuerdo Regional sobre Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina. Un nombre rimbombante al parecer inocuo y purificado.

Los excanciller Francisco Tudela y Luis González Posada, los internacionalistas Miguel Rodríguez Mackay y Javier González Olaechea, además de diversas personalidades e instituciones militares expresaron lo inconveniente de que el Perú ratifique el tratado (por parte del Congreso), el que fue firmado prácticamente a escondidas –y sin debate- por la ministra del Ambiente, Fabiola Muñoz, el 27 de setiembre del 2018. Muy raro que lo firme ella y no la Cancillería. Hay un par de partidos políticos que integran este Parlamento que están apurando para su ratificación.

El acceso a la información ambiental, la participación de las comunidades amazónicas y el acceso a las justicia en asuntos ambientales, ya está garantizada suficientemente, en la legislación interna del Estado e incluso en el Protocolo de San Salvador.

El Acuerdo de escozor, perdón, de Escazú significará, como señala la Cancillería en un informe a la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso- una nueva obligación internacional ¿Para qué ratificarla si ya está todo legislado?

Además, la politizada Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), tendrá la secretaría general. Ya conocemos su orientación ideológica.

Este acuerdo es resultado del lobby de las ONGs izquierdistas para entrometerse en todo, convertirse en supra justicia, manipular a las poblaciones con ayuda del aplauso de las focas de algunos medios de comunicación y detener el desarrollo nacional con injerencias foráneas.

Acuérdense que los comunistas, ante el fracaso de la lucha de clases y su revolución del proletariado, cambiaron de banderas proselitistas por defensores a ultranza del medio ambiente, del aborto, de los gais –para la destrucción de la familia- de las etnias minoritarias, de la antiminería, destrucción de la Iglesia y de la sociedad. Los desórdenes sociales y la ignorancia son su campo de cultivo.

La Amazonía es peruana, como lo es en lo que le corresponde a Colombia, Ecuador o Brasil. Tenemos objetivos comunes, como su cuidado y desarrollo. La Amazonía no es el pulmón del mundo –falacia que la han hecho creer a todos para tomar posiciones injerencistas- o patrimonio de la Humanidad, como pretendieron difamar al presidente Jair Bolsonaro ante los infaustos y naturales incendios, que fueron intentos intervencionistas de las potencias, y que el mandatario brasileño paró en seco.

El Perú está combatiendo la pandemia –con altibajos-, por lo que se necesita de la unidad nacional y no poner en la agenda temas que dividan a los peruanos.

Finalmente, resulta sospechoso que este Acuerdo de Escazú no acepte reservas de ningún tipo, como sí existe normalmente en otros tratados internacionales.