Fue una figura espléndida del Hollywood clásico
Suele ser injusto que a una actriz se la recuerde por sus atributos físicos, pero en el caso de Maureen O’Hara, que mañana cumpliría cien años, su impacto en joyas como “How Green Was My Valley” (1941) o “The Quiet Man” (1952) es comparable al que dejó en el público con su cabello pelirrojo y sus ojos verdes.
Actriz fetiche de John Ford y compañera inseparable de John Wayne, O’Hara fue una figura espléndida del Hollywood clásico. Pero además pasó a la posteridad como “la reina del Technicolor”, ya que con la progresiva desaparición del blanco y el negro en el cine su melena pelirroja y sus vivos ojos verdes se comían cada una de las escenas en las que aparecía.
Irlanda, la tierra en la que nació O’Hara el 17 de agosto de 1920 y a la que permaneció estrechamente unida durante toda su vida, conmemora estos días el centenario de la artista con algunos actos ligeramente trastocados por la pandemia del coronavirus.
Al lado de dos John
Maureen FitzSimons, por su nombre original, fue descubierta por Charles Laughton, quien facilitó su debut con 19 años en “Jamaica Inn” (1939) a los mandos de Alfred Hitchcock. Después llegaría “The Hunchback of Notre Dame” (1939), pero su carrera despegó definitivamente al abrigo del maestro del cine John Ford con “How Green Was My Valley” (1941).
Especializada en papeles de mujeres duras y con carácter, su pareja ideal en la gran pantalla fue otro John, en este caso Wayne, con quien se midió en “Rio Grande” (1950), “The Wings of Eagles” (1957) o, sobre todo, “The Quiet Man” (1952), todas ellas bajo las órdenes de Ford.
Pero su carrera no se limitó a sus papeles con Ford y Wayne. Para Henry King trabajó en “The Black Swan” (1942) y con Jean Renoir colaboró en “This Land Is Mine” (1943), mientras que en “Our Man in Havana” (1959) se puso a disposición de Carol Reed y en “The Deadly Companions” (1961) contribuyó al debut en la gran pantalla de un entonces novato en el cine Sam Peckinpah.
En 2004 publicó su autobiografía bajo el título “‘Tis Herself”. O’Hara falleció el 24 de octubre de 2015 a los 95 años, cuando estaba a punto de cumplirse el primer aniversario de la ceremonia en la que la Academia de Hollywood le dio su Óscar honorífico.
En esa gala, la actriz apareció en silla de ruedas y dio un discurso en el que recordó a Laughton, Wayne y Ford antes de regalar un proverbio irlandés al público presente como despedida. “Que el camino se eleve para encontrarlos, que el viento esté siempre a su espalda, y que el sol brille cálidamente sobre su cara”, cerró.