Yonhy Lescano, viejo militante de Acción Popular y candidato presidencial en 2021, parece haber llegado a un punto sin retorno con Cooperación Popular, aquella agrupación con la que, en teoría, compartía ruta política.
Según él mismo relata, todo comenzó con un entendimiento que incluía también a Verdad y Honradez —el movimiento que fundó pero que nunca logró inscribir— y que buscaba una plataforma común, pero en algún momento las negociaciones empezaron a desarrollarse a espaldas suyas, sin consensos previos, y el camino conjunto se volvió inviable.
En esas idas y venidas surgió incluso la posibilidad de que Cooperación Popular tendiera puentes con el Partido Morado de Luis Durán, una maniobra que vista desde fuera, pudo haber derivado en una coalición con miras a 2026.
Esa coalición quedó en nada y no por falta de tiempo, sino por un exceso de improvisaciones; Lescano, consciente de que los plazos para otra postulación presidencial se acortan opta por concentrarse en registrar finalmente a Verdad y Honradez convencido de que su espacio debe caminar solo antes que hipotecarse a alianzas frágiles.
La inscripción, asegura, avanza sin contratiempos, y su horizonte inmediato es claro: preparar el terreno para elecciones regionales y municipales. ¿Se ve como gobernador o alcalde? Por ahora, no, dice que es demasiado pronto para hablar de candidaturas aunque deja entreabierta la puerta, como quien sabe que la política no admite silencios prolongados.
Sobre un eventual regreso a la mesa con Cooperación Popular, es tajante: solo si hay una rectificación “sincera y contundente” de los errores cometidos. No se trata, advierte, de gestos diplomáticos, sino de reconocer los impasses que fracturaron la relación. Y si no, que cada cual siga su camino.
En su análisis del Congreso, Lescano tampoco ahorra dardos: cambiar de presidente en el Legislativo no altera la esencia de su votación, que él considera contraria al interés nacional. En ese sentido, mira con desconfianza iniciativas como la salida de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, impulsada por la actual dirigencia, y que juzga como un retroceso.
El quiebre con Acción Popular, por su parte, se selló hace tiempo. Recuerda cómo, pese a haber sido proclamado precandidato presidencial, una parte importante de su bancada promovió abiertamente el voto por Hernando de Soto. Traición, le llama, salvo por la coherencia —poco común— de Carlos Zeballos, a quien sigue considerando una excepción dentro del naufragio.
Al final, la historia de Lescano con estas siglas es también la crónica de una constante: en la política peruana, las alianzas rara vez mueren por diferencias ideológicas, sino por la suma de pequeñas rupturas de confianza y en un país que necesita partidos sólidos más que egos en pugna, esa debería ser la verdadera lección, aunque tal vez pocos quieran aprenderla.