Por más disfraz de “inclusión” y “formalización” que se le ponga, el proyecto de ley que permitiría a conductores con brevete A‑I hacer taxi no es más que una medida populista y profundamente riesgosa.
Presentado por el congresista Edgar Tello, el Proyecto de Ley N.º 11850/2024-CR propone autorizar a cualquier ciudadano con licencia de conducir para autos particulares (A‑I) a brindar servicio de taxi, incluso por aplicativos.
¿Y la formación profesional? ¿Y la seguridad del pasajero? ¿Y el control del transporte urbano? Todo eso parece haber quedado fuera del radar.
Lo que propone el proyecto
El proyecto de ley oermitiría a quienes tienen brevete A‑I y no tienen infracciones graves, tras un curso básico, empezar a hacer taxi; la propuesta elimina de un plumazo los requerimientos que exigen a un taxista tener licencia A‑IIa, que incluye formación en normas de transporte público, mecánica ligera, atención al cliente y conocimiento de rutas urbanas.
¿De verdad queremos que alguien sin ninguna preparación profesional para transportar pasajeros esté a cargo de un servicio tan sensible como el taxi?
Seguridad vial en riesgo
Quienes defendemos el derecho de los ciudadanos a un transporte seguro, responsable y profesional, no podemos mirar con buenos ojos esta propuesta y que la seguridad vial no es una opción ni una formalidad: es una necesidad.
Permitir que personas sin formación especializada transporten pasajeros es como abrirle la puerta al caos vial y a un mayor riesgo de accidentes, los expertos en tránsito han sido claros: el brevete A‑I no capacita para conducir profesionalmente.
Más informalidad, no menos
El argumento de la “formalización” es endeble pues en realidad esta medida legalizaría lo que hoy es informalidad. y esta claro que legalizar no es lo mismo que profesionalizar. Lo que se necesita no es rebajar los estándares, sino hacer accesible la formación para todos los conductores que quieran ejercer como taxistas.
Otro punto a tomar en cuenta es que facilitar que cualquiera pueda hacer taxi solo aumentará el número de vehículos en las calles, justo en un momento en que Lima y otras ciudades ya colapsan por el tráfico y la sobreoferta de taxis. ¿Quién controlará la calidad del servicio?
Una solución mal enfocada
Es cierto que muchos ciudadanos buscan oportunidades por la falta de empelo, pero el camino no puede ser bajar la valla hasta el piso; lo responsable es facilitar la capacitación y fomentar que los taxistas estén realmente preparados.
En lugar de cursos exprés, el Estado debería subvencionar procesos de recategorización para A‑IIa lo que sí sería inclusión con responsabilidad.
Este proyecto de ley puede sonar simpático, hasta empático pro on es más que otro proyecto populista si estudios técnicos. Si lo miramos con lupa revela una peligrosa falta de visión. No todo lo que parece “inclusivo” es bueno, y no todo lo que legaliza, soluciona.
El taxi no es un juego porque transporta vidas y eso merece mucho más que una licencia básica y un curso exprés.
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