El Ministerio de Salud, bajo la batuta de César Vásquez ha llevado al país a una de las peores crisis sanitarias de los últimos tiempos; lo que comenzó como una advertencia sobre un lote defectuoso de suero fisiológico terminó, por decisiones erradas y negligentes, en una verdadera tragedia nacional que ya ha cobrado la vida de 7 personas hasta el momento —incluyendo un bebé— y ha dejado a los hospitales del país con un grave problema de desabastecimiento.
La historia inicia con los reportes de efectos adversos asociados a un lote específico de suero de la empresa Medifarma, responsable del 85% del abastecimiento de este insumo vital en hospitales públicos.
Ante esto lo lógico y técnicamente correcto habría sido aislar el lote problemático, intensificar los controles sanitarios y asegurar que el resto de la producción —fundamental para el funcionamiento del sistema de salud— siguiera circulando de manera segura.
Sin embargo, el ministro César Vásquez optó por una salida radical y desproporcionada: cancelar de manera general el registro sanitario de todos los productos de Medifarma, una medida que lejos de proteger a la ciudadanía, desató un caos mayúsculo.
La falta de suero fisiológico —esencial para tratar deshidrataciones, administrar medicamentos y realizar cirugías— dejó a miles de pacientes vulnerables y es sí que hospitales de diversas regiones reportaron escasez crítica, mientras el Ministerio de Salud improvisaba tardíamente compras de emergencia y estrategias de importación.
La pregunta es inevitable: ¿cómo es posible que un ministro de Salud rodeado supuestamente de asesores técnicos haya tomado una decisión tan absurda, afectando a toda la red hospitalaria del país?
El Colegio Médico del Perú, mediante un comunicado oficial, ha pedido públicamente su renuncia, señalando no solo el caso Medifarma, sino una gestión generalizada de improvisación, falta de planificación y negligencia en temas vitales como la vacunación, la lucha contra enfermedades transmisibles y el acceso a medicamentos esenciales.
Vásquez también enfrenta cuestionamientos éticos por otras conductas ajenas a la tragedia sanitaria; existen denuncias sobre supuestos actos de nepotismo, viajes irregulares a su región de origen con fines políticos y uso de recursos públicos para actividades de proselitismo partidario.
Cada día que César Vásquez se aferra al cargo, representa un riesgo para la salud de millones de peruanos pues este personaje no solo ha demostrado incapacidad técnica en la conducción del sector, sino que ha dejado en evidencia que frente a una crisis, su respuesta inmediata es la reacción desmedida y la improvisación, sin medir las consecuencias humanas.
La responsabilidad política en el sistema democrático implica asumir las consecuencias de los errores, aquí no se trata de errores menores: hablamos de muertes, de hospitales desabastecidos, de un sistema de salud aún más débil en medio de amenazas epidemiológicas constantes.
Por respeto a los fallecidos, por respeto a los profesionales de salud que siguen luchando contra la escasez, y por el derecho de todos los peruanos a un sistema sanitario eficiente y digno, César Vásquez debe renunciar. Si no lo hace por voluntad propia, corresponde que la presidenta Dina Boluarte actúe de inmediato en defensa de la salud pública.
Cada día que se postergue esta decisión, será una afrenta más a la vida y a la dignidad de todos los peruanos.