El ministro de Educación, Morgan Quero sorprendió al emitir una peculiar arenga celebrando la condición del autismo durante un importante evento en el marco del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.
En su discurso, exclamó: «¡Viva el Perú, viva el autismo!». A simple vista podría parecer un intento de apoyo a la comunidad neurodivergente, pero sus palabras, carentes de propuestas concretas, no son más un gesto vacío y sin sustento real en políticas públicas inclusivas.
Resulta preocupante que siendo la cabeza del sector Educación, Quero no haya aprovechado la ocasión para anunciar o al menos reafirmar compromisos concretos con la educación inclusiva.
Según datos de la Defensoría del Pueblo, más del 97% de las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en el Perú no están diagnosticadas, lo que limita su acceso a servicios educativos adecuados; además la situación es aún más crítica para las mujeres con TEA, quienes enfrentan mayores barreras para obtener un diagnóstico temprano.
El gobierno peruano cuenta con la Ley General de la Persona con Discapacidad (Ley N° 29973) y la Ley N° 30150, que regula la atención y protección de personas con TEA. Sin embargo, la implementación de estas normativas ha sido deficiente.
Los programas de educación inclusiva carecen de recursos, el personal docente no recibe capacitación adecuada y las familias siguen sin encontrar un verdadero respaldo del Estado.
En este contexto, el decir «Viva el autismo» suena más a un eslogan populista que a un compromiso genuino; la comunidad autista en el Perú no necesita frases vacías, sino garantías de acceso a una educación de calidad, docentes preparados y programas de diagnóstico temprano.
Es momento de que el ministro Quero pase de la retórica a la acción y demuestre que realmente está comprometido con la inclusión de las personas neurodivergentes en el sistema educativo peruano.