Columna publicada en el diario EXPRESO.
Luego del golpe de Estado caviar del 2020, alentado por la prensa adicta a la publicidad estatal y empresarios cobardes, como consecuencia de la vacancia constitucional de Martín Vizcarra, pasó algo totalmente sui géneris: una vez que la mugre progresista —que no obtiene más del 2 % en elecciones— consiguió la renuncia de Manuel Merino (‘Merinazo’), exigió que ninguno de los parlamentarios que votó a favor de defenestrar al ‘Lagarto’ podía asumir las presidencias de la República y del Legislativo.
Y, al contrario de que la mayoría se haga respetar ante la costra minoritaria, agachó la cerviz y le entregó ambos poderes del Estado a los rojos de cafetín (Francisco Sagasti) y a los comunistas (Mirtha Vásquez).
Incluso, hubo legisladores que expresaron su arrepentimiento de haber apoyado la vacancia de Vizcarra, en plena pandemia, mientras este, como ahora sabemos, estaba haciendo sus sucios negociados con la compra de pruebas rápidas y vacunas chinas, las que finalmente se inoculó de forma subrepticia.
Los caviares llegaron al Gobierno con las manos manchadas de sangre, pues los jóvenes Inti y Bryan (más allá de su prontuario) fueron enviados a morir en estas feroces movilizaciones, en donde la Policía recibió cobardes ataques con armas hechizas y fuegos artificiales. Y es que, como anticipó un vándalo marchante en su momento, si había muertos, se caía el gobierno de Manuel Merino. Y eso ocurrió.
Ahora, ad portas de que la mandataria Dina Boluarte convoque a elecciones, y con una proyección de 4 % de crecimiento para este año, la casta progre pretende un nuevo ‘Merinazo’ para poner a un Sagasti 2, aprovechándose, esta vez, del trágico asesinato de Paul Flores, vocalista de Armonía 10, por obra y gracia de unos desalmados sicarios.
La criminalidad es un fenómeno que azota a toda la región, por el advenimiento de avezados delincuentes venezolanos, sin que exista una política migratoria que lo evite. Urge, entonces, construir cárceles de manera inmediata en las zonas más agrestes del país, en las que los facinerosos vivan un infierno: si no trabajan, no comen. Así de simple. Y, si las entidades supranacionales ideologizadas se quejan por contravenir los derechos humanos de los delincuentes, simplemente no les hacemos caso, ¿o no somos una nación soberana?
A pesar de que los parásitos caviares pretendan dar un nuevo golpe (la doble moral Susel Paredes ya ha anunciado que presentará una moción de vacancia presidencial), Boluarte se quedará hasta el 2026, dado que no creo que la mayoría que se mencionó líneas arriba vuelva a ser tan torpe de arrodillarse frente a un grupo que vive de mamar la ubre del Estado y de recibir migajas de países capitalistas, con los que difieren ideológicamente, pero no se les mueve un pelo para cobrar billetes verdes de estos.
Después de que Dina salga de la Presidencia, tendrá, sin duda, que responder por las investigaciones fiscales que afronta por su falta total de transparencia. A comerse el sapo hasta entonces y votar mejor en el 2026.