El 10 de junio de este 2025, el Banco Mundial se ha pronunciado. En enero preveía que el crecimiento de la economía mundial para este año sería del 2.7% y 6 meses después lo sitúa en 2.3%. Será el crecimiento más lento desde hace 17 años, sin contar las recesiones mundiales producidas por la crisis de la burbuja financiera de 2009 y la del coronavirus de 2020. Este desaceleramiento lo atribuye a las gracias del cuasi octogenario que (des)gobierna al país que decía que iba a hacer grande otra vez (como si hubiera dejado de serlo algún día), aunque con cada milímetro de movimiento corporal que ejecuta, solo precipita su decadencia. O en sus propios términos: “Un marcado aumento de las barreras comerciales y una mayor incertidumbre sobre las políticas”.
En efecto, el crecimiento de la economía estadounidense para 2025 se pronosticó hace días en solo 1.4%, con una caída del 0.9% respecto del informe anterior, emitido el 16 de enero del corriente, 4 días antes de que el señor que es naranja llegara a la casa que es blanca. El psicodélico “Día de la Liberación” y los incomprensibles e inconstitucionales “Aranceles Recíprocos”, que en el caso de la ultra anticomunista República Popular China llegaron al 145%, no hicieron más que demostrar la prepotencia -y a la vez impotencia-, de quien no tiene idea ni de política, ni de negocios, ni sabe elegir asesores técnicos que lo guíen óptimamente. Empezó a hundir el barco y a cargarse a otros con él: las economías emergentes son la primera línea en el campo de batalla en una guerra comercial entre potencias.
El pronóstico del Banco Mundial es que los Estados Unidos igualará a Rusia, que también crecerá un 1.4%, pese a las sanciones y a la guerra. Y entre sus competidores superará únicamente a la Unión Europea, que se espera que crezca solo en 0.7% y ya no en el 1% que se preveía en el anterior informe, y específicamente a sus rivales realmente directos, Alemania (0.3%) y Francia (0.8%). Vencerá también a Japón y al Reino Unido. Sin embargo, caerá estruendosamente ante la segunda nación del mundo, China, que se mantiene impávida con el mismo 4.5% vaticinado en enero. Lo hará, asimismo, con una economía sostenida y exponencialmente expansiva como la de la India (6.3%). A su vez, con un competidor importante como Corea del Sur y un competidor menor como Brasil. Otras economías que cada vez más se colocan en una posición más expectante, también pasarán por encima de la estadounidense, como es el caso de la de Filipinas, Malasia e Indonesia. Vale la pena también mencionar a Vietnam (6.8%), Arabia Saudita (5.9%) y Turquía (3.8%).
Latinoamérica se espera que crezca en promedio igual que el mundo: 2.3%, su proyección disminuye dos décimas de lo estimado a inicios de año. Perú, a contrapelo del mundo, en lugar de reducir su crecimiento 4 décimas, en el informe de junio respecto del de enero, las sube, y pasa del 2.5% al 2.9%. El cálculo que se hace del rendimiento de nuestra economía, está por encima del del mundo, Latinoamérica, Los Estados Unidos y la Unión Europea. En Sudamérica el Banco Mundial avizora que nos irá mejor que a Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, Ecuador, etc. En el resto de América que, por ejemplo, México, El Salvador y Canadá. Creceremos más que las principales economías europeas por separado: Alemania, Reino Unido, Francia, España e Italia. Nuestro repunte superará al de algunos grandes asiáticos como Japón, Corea del Sur y Tailandia. Y, por último, estaremos a la vanguardia de potencias, sobre todo en el plano militar, como lo son Rusia, Irán y Pakistán.
Ahora bien, este 2.9% con el que podríamos sentirnos medianamente satisfechos los peruanos, lo estaremos consiguiendo gracias a… gracias a nadie, gracias a que somos la Tierra del Inca que el Sol ilumina porque Dios lo manda. Solo si se desbloquearan todos los proyectos mineros que tenemos paralizados hace más de 10 años, que garantizan estándares internacionales de seguridad medioambiental; y como consecuencia de la producción, la exportación y la recaudación tributaria que generarían, por los empleos directos e indirectos, por el incremento de la inversión extranjera y de la confianza en la estabilidad jurídica peruana, subiríamos hasta el 4%. Esta cifra está calculada por el Ministerio de Energía y Minas, tomando en cuenta que la minería representa el 10% de nuestro PBI total. Si, además, se llegaran a formalizar las mineras que operan impúdicamente a vista de todo el mundo, sin pagar impuestos y contaminando alegremente con el mercurio que diseminan sin ningún escrúpulo por ríos y suelos. Esto es, si, quienes ponen el grito en el cielo y levantan comunidades cuando se sugiere poner en marcha, de una vez por todas, algún proyecto minero que nos permita aprovechar los ciclos de alza de nuestros commodities, en lugar de hacer eso, rompieran su silencio cómplice y a la vez su repulsiva doble antimoral con los ilegales, y estuvieran éstos dispuestos e incentivados a entrar al marco legal y formal. Si ocurrieran esas dos cosas, ya no estaríamos hablando de un crecimiento del 4%, sino del 4.5%. Con eso igualaríamos a China y casi duplicaríamos al mundo.
Y ya Puestos a poner, imaginemos hasta dónde crecería nuestro PBI, si además tuviéramos un Congreso que no pareciera un burdel de mala reputación, que le transmite al país infecciones venéreas, promulgando leyes que favorecen la criminalidad y la impunidad, y que deje de una vez por todas de violar la Constitución asumiendo que tiene iniciativa de gasto. Soñemos, a la par, qué pasaría si hubiera en Palacio una presidenta que no esté desconectada de la realidad, que posea un coeficiente intelectual un poco menos discreto y no exhiba modales de aspirante a Santa Mónica. Por último, fantaseemos, con volver a tener un Consejo de Ministros decente, con cuadros de primer nivel: no hace falta agarrar un libro de historia, recordemos el fugaz gabinete de Manuel Merino, echado a perder por las masas embrutecidas y amaestradas por la prensa.
El Banco Mundial proyecta que si seguimos en piloto automático y no nos metemos demasiados autogoles, nos tardaremos 64 años en pasar de ser un país de ingresos medios, a un país de ingresos altos. Pero asegura que, si hacemos las cosas bien, ese tiempo se dividirá entre tres. En los últimos 35 años, hemos estado a la altura de las circunstancias durante 15: el primer lustro del 90 y la primera década del siglo XXI. Insisto, no hay que ir a los libros de historia para buscar la receta.
* Polígrafo positivista. Estoy en Facebook y en Twitter como El dinosaurio sin corbata.