Columna publicada en el diario Expreso.
Finalmente, ya está en suelo peruano el primer lote de los trenes que donó la empresa estatal estadounidense Caltrain a la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML). Se trata de 45 coches y 11 locomotoras, que representan la mitad de los equipos que se usarán en el servicio ferroviario Lima-Chosica.
De acuerdo al alcalde Rafael López Aliaga, el total de 90 coches (de dos pisos y con aire acondicionado) y 20 locomotoras (diésel-eléctricas) llegará al país este mes, con lo que tendría que llevarse a cabo “una prueba en vacío”, a pesar de todos los peros que le pone el ministro acuñista de Transportes y Comunicaciones, César Sandoval.
Los trenes de ‘Porky’ son una excelente noticia, dado que su puesta en marcha beneficiará a miles de ciudadanos que, a diario, arriesgan sus vidas entre fierros oxidados de “chosicanos” o en colectivos informales, pero, como es moneda común en este país, donde “el peruano es enemigo de otro peruano”, se le ha tirado barro a mansalva a este proyecto ni bien Estados Unidos anunció la donación en contexto del APEC.
En un primer momento, se dijo que los trenes eran “chatarra”, ya que tienen 40 años de antigüedad, pero lo cierto es que este modelo de locomotoras sigue funcionando sin problemas en EE. UU. y, si bien California, específicamente Silicon Valley, puede darse el lujo de virar a ferrocarriles completamente eléctricos, esta no es nuestra realidad.
Luego, se criticó que la MML tenga que invertir —y no gastar— 24 millones de dólares en traer al país las unidades, pero ¿acaso querían que Estados Unidos asumiera también la movilidad de unos trenes valorados en casi 225 millones de dólares y más de mil millones de dólares cuando se adquirieron?
Después, se aseguró que los trenes no iban a poder pasar por los puentes de la ruta Lima-Chosica y que los rieles no iban a aguantarlos, lo que, por supuesto, fue desmentido por la comuna capitalina, porque dato mata relato.
No se puede ser tan desdichado de criticar un proyecto tan provechoso para los limeños más vulnerables con el único objetivo de torpedear la eventual postulación de López Aliaga a la Presidencia en las elecciones del 2026, con la que, incluso yo, no estoy de acuerdo. No hay que olvidar los nombres de los enemigos del desarrollo.