En memoria de Mahsa Amini.
En algunos lugares que no es necesario imaginar, hay hechos que se encargan de describirlos tal cual, y las cosas resultan ser distintas a lo que generalmente estamos acostumbrados a aceptar como una realidad.
Una de esas cosas es, la sonrisa a flor de labios en una mujer, como la forma más bella de expresión, que solo posee la especie humana en grado excelso, cuando quiere manifestar pureza.
Entiéndase como pureza, la ausencia de contaminación del alma que habita en cada ser humano mientras vive – los muertos son aquellos seres que han perdido el alma y por lo tanto han dejado de vivir – el alma es la energía mediante la que un organismo biológico se diferencia de los otros no/humanos –
En las antípodas, de nuestra hermosa y solemne cordillera, hace unos días, han erradicado para siempre la posibilidad que sonría una mujer, porque simplemente la mataron.
No importan las razones en que se sustenta la autoridad que ejerce control sobre el rostro de las mujeres en aquellos parajes, donde el poder emana a favor de unos cuantos privilegiados desde las incógnitas de la divinidad.
Tampoco importa si hay o no legitimidad para que se ejerza esta autoridad, ya que los miembros de esa sociedad están sometidos y convencidos que así es como deben hacer su tránsito por el mundo por el tiempo que se les ha concedido el don de la vida.
Lo que importa es que han matado a una mujer porque no usó bien el velo satánico, con el que se cubre la sonrisa, eso es lo que importa, la han matado cuando apenas frisaba 22 años desde que naciera, y sus asesinos ostentan ante un mundo indiferente, su estúpida impunidad.
