Amartya Sen, el Premio Nobel de Economía, escribió hace unos días en el Financial Times que esta pandemia era la ocasión para crear sociedades mejores, más igualitarias y más decentes, y puso como ejemplo cómo, después de la Segunda Guerra, una de las grandes catástrofes de la humanidad, emergió un mundo mejor.
Fue el mundo del Plan Marshall (que ayudó a la recuperación de Europa) y de la generalización de los Estados del Bienestar, que desterraron lo que William Beveridge llamó “los cinco gigantes malvados”: la pobreza (o exclusión económica), la ignorancia, la enfermedad, el desempleo y el abandono.
Para el Perú, junto al monumental desafío sanitario y económico que esta crisis significa, representa al mismo tiempo la ocasión de crear una sociedad mejor a la que hemos tenido. Por un lado, una sociedad que termine con la informalidad, y, por otro, una sociedad mínima del Bienestar.
A iniciativa del ex-Primer Ministro inglés Gordon Brown (que fue tan importante en la crisis financiera del 2008), más de un centenar de líderes de todo el mundo han propuesto un masivo plan global de salvataje.
El Perú requiere una iniciativa nacional semejante que sea, más que un plan de salvataje, un plan de auténtica re-estructuración nacional.
Ese plan es una pirámide de varios pisos.
El primero es la emergencia sanitaria, que tiene dos fases.
La primera es la realización de pruebas masivas para detectar y aislar el virus. No se han hecho, estos dos meses, el número de pruebas necesarias. No hay cómo ocultar esta comprobación.
Estas pruebas deben ser rápidas y moleculares (la primera cuesta la décima parte de la segunda pero es una primera indicación). Sólo la minera Barrick ha comprado 800 mil kits de pruebas para sus trabajadores en todo el mundo. Tendríamos que estar haciendo varias decenas de miles por día (existen robots que permiten multiplicar el número y que deberían importarse en número suficiente).
Estas pruebas son cruciales para aplicarse en los sectores productivos que “reengancharán” la economía peruana. Hay que establecer, en colaboración con los gremios empresariales como en Colombia, protocolos bio-sanitarios para todos los sectores.
La segunda fase de ese primer “piso” es un programa para multiplicar las camas de cuidados intensivos (más respiradores).
Alemania tenía 28 mil camas UCIs y ha subido esta semana a 40 mil. Dado que tiene una población de 83 millones, una cama por cada 2,075 habitantes. Si aplicáramos esa medida, Perú debería tener 15,421 camas UCIs. Si nos parece un patrón demasiado “europeo”, ¿cuántas deberíamos tener?
Reconstruir ese “piso” sanitario es clave por tres razones. Primero, no sabemos cuándo vamos a tener el “pico” de esta pandemia. Segundo, tampoco sabemos si ella tendrá una “segunda ola” como ocurrió con la “fiebre española” de 1918. Pero tercero, por una razón que no se está mencionando debidamente y es la siguiente.
En el siglo XXI, es decir en apenas veinte años, el mundo ha sufrido tres pandemias: el Mers, el Sars y ésta (sin contar el Ebola, que estuvo geográficamente más localizado). Ya Bill Gates alertó el 2015 de la amenaza de una pandemia, y acabo de ver un discurso de George W. Bush, ¡el 2005!, alertando de ese mismo peligro. Peor el mundo no escuchó y no se preparó y el coronavirus ha encontrado desguarnecido a todos los países. No hay razón para que no estalle otra pandemia.
Mi amigo Carlos Bustamante el gran científico peruano, me ilustró hace unos días que hay más de 5 mil virus “zootómicos” que pueden saltar de animales a humanos. Este coronavirus es tan letal porque bloquea el “interferon” e impide que los anticuerpos detecten rápidamente los síntomas del virus.
El segundo “piso” de la pirámide de la re-estructuración, es crear un “piso universal” de salud. La igualdad es el punto de partida de la ciudadanía, no su resultado.
En mi campaña presidencial del 2016 propuse el subsidio público de los medicamentos para las 20 enfermedades más comunes (los especialistas médicos determinarán el “perímetro” de ese subsidio: si son 20, o 10 enfermedades…).
Propuse, a ese respecto, tres cosas.
La primera es que sería accesible a todo ciudadano con su DNI.
Lo segundo, imitando el programa que Nandan Nilekani, fundador de Infosys, estaba desarrollando para India (1,353 millones de habitantes), propuse usar esa tecnología biométrica (Nilekani ofreció generosamente su ayuda), lo cual permitiría convertir ese DNI en un almacén de información digital de cada ciudadano (que ahora, para salud, sería extraordinariamente útil).
Pero propuse también, tercero, que ese subsidio no sería completamente gratis. “No hay lonche (almuerzo) gratis”, dijo Milton Friedman. Cada ciudadano tendría que formalizarse y pagar un impuesto mínimo, que fuera un porcentaje (modesto) del salario mínimo. Hubiera sido un salto hacia la formalización del Perú.
El tercer “piso” de la pirámide ya se está discutiendo en todo el mundo, y es una “renta básica”, al menos temporal, para cada ciudadano que lo necesite. Propongo un “salario mínimo” que el Perú pague los próximos 4 meses a todos los peruanos “vulnerables”.
¿A quiénes se aplicaría? Uno de los problemas del Estado ineficiente que tenemos es que no tiene la capacidad de discriminar, de administrar “filtros”. Por tanto los beneficios deben ser “universales”(así impliquen eventualmente “desviaciones”).
La Población Económicamente Activa es algo más de 16 millones, 70 por ciento informal de modo que ese subsidio podría ir a algo más de 11 millones de peruanos. 4 puntos aproximados del PBI.
¿Cómo se distribuiría ese subsidio? Sería el momento para otro paso en la formalización, bancarizando a toda la población. Cada beneficiario abriría una cuenta (usando tal vez el Banco de la Nación, que tiene presencia en todo el territorio y es público) en la que se depositará automáticamente el apoyo.
Otra opción, acaso más rápida, pueden ser las plataformas digitales de dinero (como el programa M-Pesa, exitoso en África).
Quizá debiera atarse a esa renta básica un bono adicional, por “educación” que financie todas las matrículas del 2020 de todos los niveles educativos. No perdamos ningún alumno de ningún nivel.
Al mismo tiempo, debería aumentarse a 100 por ciento posibilidad de educación on-line. Sólo el 27,55 por ciento de la PEA ha terminado la secundaria. ¿Por qué no autorizar que todos puedan terminar on-line al menos la secundaria?
Es útil señalar que el cien por ciento de todo subsidio irá a gasto, por tanto a reactivación económica.
El cuarto “piso” de la pirámide ya está en marcha con el programa “Reactiva Perú”. La línea del BCR representa como un 3,7 por ciento del PBI (pero deuda y no propiamente subsidio).
Dos consideraciones sobre este programa. Primero, debe servir esencialmente para proteger el empleo. Segundo, hay que evitar que se concentre en las empresas grandes, que es lo que ocurre hoy normalmente en el sistema financiero peruano. El grueso del empleo lo generan auto-trabajadores o empresas de menos de 10 trabajadores.
Como gran parte de esas micro-empresas son informales, es el momento que se formalicen. Eso requiere reducir todos los trámites de formalización al mínimo, y ofrecerles que en los próximos 10 o 15 años paguen un modesto impuesto a la renta, calculando simplemente sobre sus ventas.
Pasemos ahora un tema operativo. La cuarentena no puede ser eterna. En todo el mundo hay una discusión todavía sobre si justificó o no el parón económico. En los países nórdicos esa discusión está ejemplificada por las dos vías diferentes usadas por Suecia y Noruega. ¿Cómo reenganchamos la economía?
El primer sector debe ser la minería, columna vertebral de la economía peruana. Propongo que es también el momento de ayudar a los 400 mil mineros artesanales a entrar al juego formal de la economía. Suspender automáticamente todos los juicios emprendidos contra ellos y otorgarles alguna forma de derecho (lo que quiere decir alguna forma de “concesión”) que sea comercializable en los mercados internacionales de capital.
El segundo sector debería ser la agricultura, principalmente la agro-industria de exportación.
El tercero es la infraestructura, pública y privada. Dos áreas me parecen vitales. El estímulo a la vivienda social (que genera además empleo), aumentando los bonos de subsidio y creando algún fondo de garantía para que las tasas de interés sean realmente promocionales como en todo el mundo.
A la vivienda, un programa de inversión en agua para que en 5 años no haya ningún peruano sin agua potable y saneamiento.
Todo este programa, esta pirámide, va a implicar deuda. Pero hoy el Perú tiene un “piso” bajo de deuda (25 por ciento del Producto). La deuda nueva además va a ser inyección directa en la reactivación.
Tenemos que lanzar un mega corona-bono, y a plazos muy largos (30 o, por qué no, 50 años, no los estrechos plazos de las emisiones recientes de este gobierno).
Si China quiere seguir explotando nuestro hierro, o Las Bambas, o Toromocho, o la mitad del gas peruano (ahora en manos chinas desde la des-inversión de Brasil), tiene que comprar en términos preferenciales ese bono.
Otra obvia fuente son las AFPs que son ahorro peruano. Sus ahorros eran enero 174,618 millones y en abril habían caído a 148,271. 22 por ciento lo tiene colocado en papeles del Estado, pero 46,5 en el extranjero. Una parte de esos ahorros deben financiar ese corona-bono.
El Perú ha salido de peores circunstancias. Salimos de la debacle de la guerra con Chile, a fines del siglo XIX, y en 1900 había 105 empresas peruanas en la Bolsa de Londres. Superamos muy rápido, mucho más rápido que otros países latinoamericanos, los efectos de la crisis de 1929. Superaremos, juntos, esta pandemia, y ganaremos el siglo XXI para una República de Iguales.