Cuando Karl Marx imaginó el socialismo, no era más que una etapa de la dictadura tiránica que colapsaría naturalmente para dar lugar al comunismo. Algo así escribió, Joshua Philipp, reportero de The Epoch Times en español.
El citado periodista continúa explicando que, en la época de Marx, aún no existía ningún país socialista o comunista. El socialismo era simplemente considerado una etapa del “capitalismo de Estado”, en la cual el Estado toma el control de todos los medios de producción para alcanzar más rápidamente los objetivos comunistas de destrucción moral, cultural y social. Ya que el comunismo era el propósito, los dictadores socialistas han utilizado históricamente su poder para atacar y destruir los “viejos” valores de cada sociedad. Bajo Vladimir Lenin, Mao Zedong y Pol Pot, uno de los primeros pasos fue una hambruna provocada que exterminó a grandes porciones de la población, llevando al concepto de “supervivencia del más apto” en el que muchas personas sobrevivieron, bajo un intenso miedo, a través del canibalismo o la corrupción. Según los autores del “Libro Negro del Comunismo”, Lenin afirmó claramente que estas atrocidades eran valiosas para los objetivos comunistas, ya que ayudarían a dar lugar al socialismo al mismo tiempo que destruían la fe de la gente en sus líderes y en Dios.
Desafortunadamente, cuando hoy en día mucha gente piensa en el socialismo, solo conocen sus puntos de vista superficiales: los argumentos vagos y altivos de que creará “igualdad” y la presentación de sus movimientos sociales como la lucha contra la llamada “esclavitud” y “opresión”. En realidad, el socialismo representó históricamente todo lo que decía oponerse. El socialismo es la ideología de la esclavitud, la opresión, el genocidio, la desigualdad masiva y el odio virulento.
El sistema del comunismo se basa en la lucha, y los tiranos socialistas usan el odio como su herramienta para crear esto en la sociedad. Con Lenin, se le dijo a la gente que odiara a los terratenientes ricos, a quienes llamaba “kulaks”. Con Mao, se le dijo a la gente que odiara a los terratenientes y a cualquiera que aún creyera en la tradición, a quien etiquetó de “derechistas”.
Con Adolf Hitler, que utilizó el nacionalsocialismo, se le dijo a la gente que odiara a los judíos, a quienes catalogó de minoría rica. Y con los socialistas en Occidente de hoy en día, se le dice a la gente que odie a todos los blancos, a todos los hombres y a cualquiera que crea en la cultura tradicional y en los valores familiares. El odio es el combustible del socialismo. El odio es el credo de sus seguidores. Están hechos para encarnar aquello a lo que creen oponerse.
Esto se relaciona directamente con la teoría de Marx sobre la evolución social: que la sociedad pasaría del capitalismo al socialismo, y luego al comunismo. Los marxistas también lo encuadran de acuerdo con la teoría dialéctica hegeliana de que “el conflicto impulsa hacia adelante”.
Ahora, y más en tiempos de virulencia e irresponsabilidad electoral, la izquierda saca a la gente a la calle para exigir el aborto, o la derogación de alguna ley, o el supuesto reconocimiento de algún derecho, o simplemente para abusar del derecho a la protesta con cualquier argumento; y fabricar héroes y victimas que conmuevan al electorado; pero siempre piden que cualquier disparate pueda ser subvencionado por todos los ciudadanos
La. No solo con costos económicos, sino sociales y hasta la vida misma, como ocurre con oposición a que empresarios privados traigan la vacuna al país. La igualdad según el socialismo consiste en freír con impuestos a los ciudadanos, hasta el 75% como Hollande, para dar becas a estudiantes que nunca dieron la talla. Consiste en dejar en bancarrota los servicios públicos, la sanidad, por ejemplo; y exigir después que lo pague el Estado, o los ricos, o los bancos, o cualquier oportuno chivo expiatorio. O consiste en aprobar leyes, como la de Dependencia en España, sin tener fondos para ella y reclamar que el Gobierno siguiente se invente el dinero para sufragarla. Como diría la niña Verónica Mendoza. “que el BCR emita dinero”. O consiste también en prometer la eliminación de los recortes públicos y la restitución de los «derechos», pero con el dinero de los demás, o con el que el Estado no tiene. Este es el tronco principal del discurso irresponsable de Nuevo Perú y Frente Amplio, del progresismo nacional, y lo es del mensaje central del socialismo, del nuestro y del resto del mundo. Dice el socialismo de sí mismo que defiende la igualdad frente a la derecha y sus políticas «contra los pobres», cuyo «adversario es la igualdad» y que ha hecho de estos tiempos la «apoteosis de la desigualdad», perlas todas ellas que por ejemplo están evitando que las vacunas contra el virus del covid sean gestionados por sectores empresariales o privados, condenándonos a una lenta muerte y una falsa igualdad que acaso terminara destruyéndonos.
El discurso rojo de la igualdad este revestido de cierto éxito, por tres razones. Porque el concepto de igualdad tiene mucho más empuje que el de libertad, propio de la derecha. Porque la idea de la responsabilidad individual ha sido sustituida por la del Estado, y porque la derecha sigue temerosa a la hora de desmontar el populismo del mensaje anterior.
La polémica sobre la minería y el agro y ahora también la sanidad es el mejor ejemplo de lo bien que funciona la propaganda progresista sobre la igualdad. La izquierda ha conseguido sacar gente a la calle, para reclamar sobre el agro, y marchar contra las minas, ha llenado de ideas de qué decir a los medios, para exigir que se derogue una ley que era buena y también introduce temas como por ejemplo que el aborto sea considerado como una política pública y quien quiera abortar tenga derecho a ser subvencionado por el conjunto de los ciudadanos. En tema de sanidad se han opuesto a que las vacunas sean gestionadas por el sector privado, porque dice que así se privilegiaría a los más ricos y que el sospechoso es el ciudadano que paga impuestos, por privilegiado, por tener más que los demás, por desigual. Olvidando que el estado ni siquiera sabe cuántos peruanos mueren a diario por la pandemia y no es capaz de gestionar la compra de insumos de protección para los médicos, por mencionar algo. Todo esto, porque así lo estableció Karl Marx en su lucha de clases entre la malvada burguesía y el virtuoso proletariado que es en el socialismo de hoy desde el obrero hasta el estudiante que exige su sagrado y democrático derecho a acabar la carrera en diez años. O a no acabarla, pero con becas.
Eso de la responsabilidad individual ahora es una idea provocadora. Te miran mal si la proclamas, por insolidario. Para responsabilidad, el Estado, que es quien debe resolver los problemas de la gente, con el dinero de los demás. Pero ese detalle es ignorado por el socialismo. Y poco explicado por la derecha, por si la acusan de capitalista, elitista y explotadora. Más preocupada, la derecha, por demostrar sus políticas de apoyo a los débiles que por defender a esa sociedad civil de clases medias responsables, laboriosas y pagadoras de impuestos de esa igualdad socialista que les obliga hasta a subvencionar a quienes no han sido capaces de producir o generar riqueza, como el caso de los estudiantes incapaces con el lema de educación para todos.
Este proceso ha sido repetido por los líderes socialistas a lo largo del siglo XX, lo que provocó la muerte de más de 100 millones de personas, según el “Libro Negro del Comunismo” debido a esta ideología.
Bajo el socialismo, la igualdad es una mentira. Es decir, a menos que se considere la igualdad como el aplastamiento de la sociedad en una igual miseria, bajo el talón de una burocracia estatal masiva liderada por una clase política corrupta. Los socialistas acusan a la gente de hacer lo que los propios socialistas están haciendo, y eso desvía la crítica de sus propias acciones. Fabrican penurias y utilizan la etiqueta de “opresión” como herramienta para atacar a diversos segmentos de la sociedad.
Fuente: The Epoch Times en español, Abc , España.