Opinión

Institucionalidad o muerte

Habíamos advertido que el pulso nacional estaba al borde de la taquicardia y que empeoraría si no se hacía algo al respecto. Con el frustrado cierre del congreso y la secuela de gravísimos atentados que han seguido a la vacancia de Castillo, hemos entrado a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

Felizmente, la “institucionalidad democrática”, que aún nos queda, está librando heroicamente la batalla decisiva. Este es el régimen de derecho, constituido por instituciones y leyes que nos permiten vivir en paz, orden y progreso. Ella nos libra de las garras de autócratas abusivos que sólo buscan sus beneficios personales.

Un ejemplo de ello es la Fiscalía de la Nación que, con profesionalismo y tesón, ha denunciado la corrupción en la pasada cúpula gubernamental. Otro, son las Fuerzas Armadas que otra vez ha tenido que salir a defendernos del vandalismo y el terror. Cabe también destacar el rol decisivo del Congreso cuando, finalmente, pudo vacar al golpista cumpliendo su función de control constitucional, aunque sea a la hora nona y con una parte de sus miembros.

Los días que vienen serán decisivos para que este régimen salga de la UCI o para verlo agonizar definitivamente, como ya ha ocurrido penosamente en varios países latinoamericanos. Eso va a depender, en última instancia, del respaldo decidido y mayoritario que podamos otorgarle desde donde estemos.

¡Salvemos nuestra institucionalidad! Es nuestro barco común. Sin él nos hundimos todos. No importa que seas de derecha o izquierda, empresario o trabajador, provinciano o capitalino; igual, podemos asumir juntos la responsabilidad histórica que hoy demanda nuestra patria.