Opinión

¿En qué influyen realmente los influencers?

Estamos viviendo en una época donde la popularidad y el éxito se mide en «likes» y donde el término influencer ha perdido el peso que alguna vez pudo tener; hay muchos que se presentan como «influencers» pero son muy pocos los que en ralidad ejercen una influencia positiva o significativa. ¿Qué es lo proponen en realidad y cuál es el aporte que hacen más allá de entretener o llamar la atención?

La mayoría del contenido que predomina en internet es totalmente vacío, superficial y repetitivo; vemos que se viralizan adolescentes realizando bailes sin sentido repitiendo frases triviales y lanzado retos absurdos; casi todo lo que nos muestran son escenas armadas que en realidad no aportan nada y carecen de autenticidad, y no se trata de cuestionar el entretenimiento en si, se trata de preguntarnos por qué se premia lo banal y se deja de lado lo sustancial.

Lo que mas llama la atención y preocupa es cuando con ese afán de visibilidad sobrepasan los límites de lo responsable, es sí que vemos a influencers fracturarse huesos intentando retos peligrosos, como el “Trust him trend”, donde una joven terminó lesionada al pararse frente a un auto confiando en que frenaría; o el “Milk Crate Challenge”, que llevó a decenas de personas a hospitales tras caídas desde estructuras improvisadas.y mejor ni hablar del “Blackout Challenge”, que ha sido vinculado a la muerte de varios niños y todo por unos segundos de fama.

Otro fenómeno es la promoción del materialismo como sinónimo de éxito, muchos influencers exhiben lujos, viajes, autos caros y estilos de vida inalcanzables, reforzando una idea tóxica: «vales por lo que tienes y muestras, no por lo que haces o piensas»; este tipo de mensajes impacta produndamente sobre todo en adolescentes que aún están en proceso de formar su identidad.

A todo lo mencionado se suma esa falsa autenticidad meticulosamente fabricada donde muchos se presentan como «reales», «cercanos», «como tú», pero detrás de ellos hay filtros, estrategias de marketing, ediciones planeadas cuidadosamente y contratos de publicidad disfrazados. Incluso los llamados microinfluencers, que supuestamente tienen un vínculo más directo con su audiencia la mayoría de las veces promueven productos sin transparentar que están recibiendo un pago a cambio y muchas veces ni siquiera han probado los productos que promocionan.

El impacto psicológico de todo esto ees gravbe, pues ver constantemente cuerpos idealizados con vidas perfectas y felicidad permanente genera frustración, ansiedad y baja autoestima. La comparación permanente con un ideal inexistente termina desgastando la salud mental, sobre todo cuando se percibe que uno nunca está “a la altura”.

Pero, ¿existen los buenos creadores?. Si los hay y son bastantes, personas que enseñan, que motivan, que informan con responsabilidad o divierten con inteligencia y que usan su plataforma para construir, no solo para exhibirse, lamentablemente son los menos visibles porque el tan mentado algoritmo favorece lo viral, no lo valioso.

Entonces la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿por qué seguimos llamando “influencer” a quien no influye en nada relevante y por qué les damos tanta atención a quienes no proponen nada e incluso promueven comportamientos nocivos?

En un mundo donde se le da más valor al contenido y donde la viralidad se impone sobre la verdad, no sorprende que muchos de estos mal llamados influencers dominen la conversación sin tener nada real que decir y la culpa no es solo de ellos, es reponsabilidad también de quienes les dan atención, visibilidad y poder.

Como advirtió Arturo Pérez-Reverte, “Internet ha dado voz a una legión de idiotas”. El problema no es que hablen; el verdadero problema es que ahora los escuchamos todos.


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