
Como advirtió un parlamentario, el Gobierno está perdiendo la guerra contra el coronavirus. ¡Es ostensible luego del tiempo transcurrido!. Pues ratificar la confianza en Zamora y sus ineptos, asegura una capitulación total y vergonzosa. La salud de los peruanos ya no es prioridad en los hechos, aunque los discursos sigan con el sonsonete triunfalista y se desgañiten con intenciones inverosímiles . La mentira se ha instalado en la cúpula oficialista gracias a una prensa servil, que con publirreportajes ad hoc camuflan la realidad, con ministros abnegados y funcionarios preocupados, mientras ocultan el drama cotidiano de la gente.
En este contexto, la cuarentena deja de ser sanitaria y dimana hacia una herramienta de control político y social. ¡Sería la razón para prolongarla!. Los detentadores del poder gustan del estado de emergencia y la inmovilización social. Esconde su incompetencia pretextando culpar al pueblo y permite gobernar autoritariamente. ¡Vizcarra y sus escuderos de plácemes!. No vencerán al Covid-19, pero hacen lo que quieren. Están descontrolados, no rinden cuentas, someten a los medios, amedrentan a la población, gozan de cuchipandas, producen granjerías y, todavía, son aplaudidos por los incautos y medrosos. En el fondo continua aquel estilo autoritario y confrontacional, que el moqueguano ha vuelto virtud con la complacencia de los tontos de siempre.
Pero lo que otrora era laudatorio, hogaño troca en desasosiego y temor. Las prácticas despóticas centradas en lo político, no incomodaban a todos. Mas al invadir la economía genera pánico general. Está pasando y no es fortuito. El fracaso ante la pandemia ha destruido la producción, los circuitos comerciales y millones de empleos. ¡El Perú se sumirá en la terrible pobreza de antaño!.
Son circunstancias que demandan políticas públicas de calidad y oportunas, capaces de reactivar el desarrollo económico y promover el bienestar de los más pobres (ausentes en el mediocre círculo gubernamental). Por el contrario, infatuados burócratas deciden que empresas reabrirán, esgrimiendo un surrealista protocolo perverso e inútil. “Protocolo” es el nombre maldito de la más infame barrera burocrática. Esa que mece con fruición y demora al infinito las solicitudes de apertura; y se aceita con coimas de los inescrupulosos.
Con reglas funestas jamás se restablecerá el funcionamiento económico. ¡Una impotencia que aviva el élan autoritario!. Así, el poder estatal intervendrá desplazando al sector privado. La usos arbitrarios en la política migrarán a la macroeconomía. Tendremos una caprichosa pléyade de medidas irracionales que harán flecos los mercados, la eficiencia productiva y el consumo masivo. Entonces, el populismo redivivo campeará. Ahora incentiva una feroz competencia entre el Ejecutivo y el Congreso. ¡Pobre Perú rodando por un pérfido sendero, autoritario y pasional, cuyo desenlace probable sea una economía nacional estatizada!