Opinión

Dólar, oro y bitcoin: ¿qué futuro les depara?

En medio de una coyuntura marcada por conflictos geopolíticos, la guerra comercial y monetaria, las tensiones inflacionarias y la transformación digital del dinero, el debate sobre el futuro del dólar, el oro y el Bitcoin cobra capital importancia. El dólar, tradicional pilar del sistema monetario internacional, el oro, símbolo eterno de resguardo y valor, y el bitcoin, emblema disruptivo de la era digital, compiten por la supremacía como activos de reserva y refugio en un mundo cada vez más incierto.

¿Cuál de estos instrumentos sobrevivirá —o dominará— en el escenario económico multipolar que se avecina? Este artículo no busca emitir una sentencia absoluta, sino examinar críticamente la trayectoria de estos tres pilares financieros, las razones de su fortaleza relativa y las implicancias que su evolución tendrá en la economía global y en la soberanía monetaria de las naciones.

El dólar: hegemonía cuestionada, pero aún vigente

Desde el fin de Bretton Woods (1976), el dólar ha sido el centro del sistema financiero mundial. Su rol como moneda de reserva global se sostiene por el tamaño de la economía estadounidense, la profundidad de sus mercados de capital y el respaldo militar y geopolítico de Washington. A pesar de las crisis —Guerra de Vietnam, la quiebra de Lehman Brothers, COVID-19— el dólar ha demostrado una resiliencia admirable. Como recuerda Kenneth Rogoff (2022): “El dólar sobrevive no por falta de alternativas, sino porque sigue siendo la opción menos mala”.

Sin embargo, el poder del dólar ya no es indiscutible. Países como China, Rusia y Brasil han promovido activamente la desdolarización. El reciente uso del yuan en transacciones de petróleo entre Pekín y Arabia Saudita, o el impulso del BRICS a crear una moneda común, son síntomas de un orden que comienza a fragmentarse. Según el FMI (2024), la participación del dólar en las reservas internacionales globales cayó del 71 % en 1999 al 58 % en 2024.

El talón de Aquiles del dólar es, paradójicamente, su propio uso como instrumento de sanción. Las restricciones impuestas a Rusia tras la guerra en Ucrania revelaron que el acceso al sistema financiero internacional puede ser manipulado con fines políticos. Esta instrumentalización ha motivado a muchos países a buscar refugios fuera del alcance estadounidense. Como dice Ray Dalio (2023), «los imperios que abusan de su moneda acaban perdiendo su hegemonía monetaria».

El oro: viejo refugio en nuevos tiempos

A lo largo de la historia, el oro ha sido la respuesta más común a la desconfianza en los gobiernos y los bancos centrales. Su valor no depende de promesas, tratados ni deudas. En tiempos de inflación, guerras o incertidumbre financiera, su atractivo se magnifica. El precio más alto alcanzado por el oro fue de 3,500 dólares por onza, registrado durante las operaciones de abril 2025. Este máximo histórico se produjo en un contexto de alta volatilidad en los mercados financieros y tensiones geopolíticas. Larry Fink, CEO de BlackRock, ha reconocido que «el oro sigue siendo un componente esencial en los portafolios institucionales ante la volatilidad y el riesgo sistémico».

El retorno del oro no es solo especulativo, sino estructural. China ha incrementado significativamente sus reservas de oro, como parte de una estrategia de diversificación frente al dólar. Según el World Gold Council (2024), los bancos centrales compraron más de 1,100 toneladas de oro en 2023, la cifra más alta desde 1967. Sin embargo, el oro tiene limitaciones evidentes: su uso como medio de pago es impráctico, su almacenamiento y transporte costosos, y su adopción limitada al entorno financiero institucional. Es más refugio que moneda.

Bitcoin: el experimento que desafía al sistema

Bitcoin (BTC), conocido como oro digital, nació en 2009 como una respuesta al colapso financiero global y a la desconfianza hacia los bancos centrales. Su propuesta radical —una moneda sin Estado, sin intermediarios, con emisión finita— desafía los cimientos del sistema monetario tradicional. En tan solo 16 años, pasó de ser una curiosidad marginal a convertirse en un activo incluido en los portafolios de gigantes financieros como BlackRock, Fidelity y ARK Invest. El propio Larry Fink declaró: «Bitcoin podría convertirse en una alternativa digital al oro».

La aprobación de ETFs (Exchange Traded Fund) de bitcoin en Estados Unidos en enero de 2024 marcó un punto de inflexión. Ya no es solo una herramienta de especulación minorista, sino un activo legitimado por Wall Street. Según datos de la plataforma Glassnode (2025), más del 12 % del total de BTC en circulación está hoy en manos de inversionistas institucionales.
No obstante, el BTC aún no ha logrado consolidarse como medio de pago ni como moneda estable. Su alta volatilidad y el escaso desarrollo de infraestructuras de pago impiden su adopción masiva. Además, las presiones regulatorias en Europa, EE.UU. y América Latina generan un entorno incierto. La promesa de descentralización también se ve cuestionada por la creciente concentración de poder en los grandes mineros y custodios. Pese a todo, bitcoin simboliza una transición: del dinero fiduciario o fíat (dinero por decreto y sin respaldo alguno) controlado por gobiernos, hacia formas descentralizadas y digitales de valor.

¿Quién ganará esta batalla?

Plantear una competencia directa entre el dólar, el oro y el bitcoin puede llevar a una simplificación excesiva. Lo cierto es que cada uno cumple funciones distintas y coexistirá en formas complementarias, al menos en el corto y mediano plazo.
El dólar seguirá siendo la principal moneda de transacción y reserva mientras no surja una alternativa institucional confiable. Por su parte, el oro continuará como activo de resguardo en escenarios de crisis sistémica. Entre tanto, el bitcoin se consolidará como una nueva clase de activo de riesgo, apreciado por su escasez y su independencia, aunque todavía muy volátil.
El verdadero cambio no será inmediato ni total, pero será inevitable. La confianza en los bancos centrales se erosiona, los sistemas de pagos evolucionan hacia lo digital, y los ciudadanos —especialmente los jóvenes— desconfían cada vez más del dinero tradicional, del dinero fiat, que no tiene ningún respaldo.
Los tres activos coexisten y se complementan en distintos escenarios. En un mundo multipolar, es probable que la dependencia exclusiva del dólar se diluya. El oro y el Bitcoin funcionarán como activos de reserva alternativos y vehículos de cobertura. Cabe mencionar que el surgimiento de las CBDC (Monedas Digitales emitidas por un Banco Central, por sus siglas en inglés, como el yuan digital o el euro digital) podría acelerar esa transición.

Apunte final

El futuro del dinero está en disputa. El dólar mantiene su supremacía, pero con evidentes grietas. El oro reafirma su papel de refugio y el bitcoin representa una ruptura con el modelo centralizado. Más que una sustitución directa, el escenario que se perfila es el de un sistema monetario más diversificado, donde la confianza se repartirá entre distintas formas de valor: físicas, digitales, estatales y descentralizadas.

No se trata de declarar un vencedor hoy, sino de comprender que el futuro del dinero será plural, híbrido, y probablemente más inestable. La clave para los ciudadanos y los gobiernos será aprender a navegar esta nueva realidad con inteligencia, resiliencia y espíritu crítico. (260725)

(*) Es profesor Principal de Economía Financiera en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y actual presidente de Petroperú.


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