No hay cosa que preocupe más a los mercados que la volatilidad y la incertidumbre. Pero, justamente la impredecibilidad es la principal baza que tiene Trump en su baraja, por ahora.
Ha tenido al mundo por dos meses en un total oscurantismo sobre lo que vendrá en su gobierno, especialmente en el tema económico-comercial. Anunció la aplicación de aranceles a diestra y siniestra (China, Canadá, México, Comunidad Europea, acero, aluminio, a los países que importen petróleo venezolano, con los que mantiene un déficit comercial, etc.). Y luego, en algunos casos, se desdecía, o los postergaba para nuevas fechas. Solo ha mantenido la subida de aranceles a China, al acero y aluminio, aunque en estos dos últimos casos, también aprobó múltiples excepciones a una serie de países.
Ahora “la nueva fecha” para la aplicación de aranceles generales a sus dos principales socios comerciales, Canadá y México, es el 2 de abril, al cual ha denominado Día de la Liberación. ¿Por qué el dos? Porque el primero se celebra en Estados Unidos “April’s Fools Day” (la versión norteamericana del Día de los Inocentes), y, Trump dixit, no quería que su política arancelaria sea vista como una broma.
El que no sea una broma, no significa que es seria.
¿Qué hay detrás?
Durante los dos períodos presidenciales del republicano Ronald Reagan (1979-1983 y 1983-1987), tuvo como su principal asesor en temas económicos a David Stockman, a quien nominó para dirigir la Oficina de Administración y Presupuesto[1].
Fue entonces cuando, se implementó lo que devino en llamarse “Reaganomics” o “Supply-side Economics,” es decir, la economía impulsada por el lado de la oferta.
Los pilares de esta política económica (que sí existió) fueron: equilibrar el presupuesto federal reduciendo el ritmo de gasto gubernamental, pero incrementando el gasto en defensa, la reducción de los impuestos federales a la renta y a las ganancias de capital, controlar las regulaciones y aplicar una política restrictiva en la oferta de dinero para reducir la inflación.
Visto en retrospectiva, el resultado fue que Estados Unidos derrotó a la Unión Soviética en la Guerra Fría, con el colapso económico y desmembramiento de la URSS, aunque sus críticos señalan que también se amplió la brecha económica en el país, desarrolló lo que se bautizó como la cultura de la codicia, y el que la deuda pública se triplicara como porcentaje del PBI, revirtiendo lo que se estuvo aplicando desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
A Stockman se le recuerda como el “padre de Reaganomics», empeñado en desaparecer al “Estado Bienestar” («welfare state»), y siempre argumentando a favor del chorreo en la economía (“trickle-down economics”).
¿Tiene Trump un asesor en materia económica que se equipare con Stockman para estar anunciando con frecuencia la aplicación de medidas económicas?
Hasta ahora no se le conoce, por lo que primero hay que entender quién es Donald Trump y cómo piensa en materia económica.
Sabemos que Trump proviene de una familia de empresarios y él mismo se ha dedicado toda su vida al negocio de los bienes raíces. Esta actividad está caracterizada por ser altamente especulativa que tiene como principal fundamento la idea de que la ubicación es el principal activo de un predio (“location, location, location”, como dicen los corredores de bienes raíces).
Trasladándolo a la política, Trump cree que el principal activo de los Estados Unidos es su ubicación geográfica, su tamaño, su poderío económico y militar, y muy probablemente piensa que sí es posible que el país sea autárquico y no tenga que depender de otros países o del comercio internacional. De ahí que diga que Estados Unidos puede no depender de la importación de alimentos y que todos éstos podrán ser cultivados localmente.
Igualmente, está forzando a empresas manufactureras, principalmente las automotrices, a reubicarse dentro de territorio estadounidense, justamente mediante la aplicación de aranceles selectivos al acero, aluminio y a los automóviles y/o sus partes. Aquí va directamente contra Canadá y México.
Este criterio va en contra de todo lo que se enseña en las aulas de las principales universidades en materia económica: no importa lo que economistas como David Hume[2] y David Ricardo[3], padres de la teoría subyacente en el comercio internacional, señalaron en sus obras clásicas del siglo dieciocho. Trump muy probablemente no los ha leído, y, si conoce algo de ellos, lo debe considerar irrelevante.
Tampoco toma en consideración que los desequilibrios comerciales (déficits) no necesariamente conducen a la quiebra del país deficitario ya que en economía existe lo que se conoce como la Balanza de Pagos. Esta Balanza de Pagos incluye otros intercambios monetarios que realizan los países como las inversiones extranjeras, el turismo, y todas las otras transacciones financieras que se realizan a nivel global. Es así que, un país puede importar más que lo que exporta, pero si a eso se añaden los otros flujos monetarios como el capital que ingresa al país por varios otros factores, la Balanza de Pagos puede ser superavitaria, y, por ende, soportar un déficit comercial prolongado.
A pesar de ello, Trump utiliza a los aranceles como arma, a falta de otras armas más contundentes, como el uso del poderío militar. Una cosa es bombardear a los houtíes en Yemen, y otra sería enfrentarse a China por el estrecho de Taiwán.
¿Estará preparando a su país para mayores períodos de inestabilidad o simplemente, Trump está haciendo en materia económica, lo que acostumbraba a hacer en sus transacciones inmobiliarias?
El Washington Post publicó un interesante artículo en la búsqueda de algún asesor de alto nivel en materia económica, que ilumine mínimamente lo que está haciendo Trump con su aplicación de aranceles.[4]
Lo mejor que se encontró fue la existencia de un documento de 41 páginas preparado por Stephen Miran, titulado “A User’s Guide to Restructure the Global Trade System”, quien ahora es el jefe del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, desde este mes. Previamente fue el estratega principal de Hudson Bay Capital Management y co-fundador de la firma de Gestión de Activos, Amberwave Partners. Es decir, al igual que Trump, empresario, dedicado a actividades mercantiles, especulativas.
Dicho trabajo recoge varias de las suposiciones subyacentes en la forma de percibir de ambos empresarios en materia económico-comercial: en primer lugar, que la fortaleza del dólar estadounidense es una de las causas principales de las distorsiones económicas a nivel global. Un dólar fuerte desincentiva las exportaciones de los Estados Unidos y hace más baratos y atractivos a los productos importados.
Luego, considera que el orden económico mundial, instituido en 1945 durante las reuniones en Bretton Woods cerca a Washington DC, es obsoleto y debe remplazarse por un nuevo acuerdo global. Por tal motivo, argumenta que es necesario la aplicación de aranceles unilaterales para obligar a los socios comerciales de los Estados Unidos a implementar cambios en sus políticas económico-comerciales. El objetivo es obligar a los otros países a fortalecer sus propias monedas y buscar un nuevo acuerdo monetario internacional.
El propio Miran ha salido a desmentir una lectura de su propuesta como especulativa y que no se ajusta a la realidad. Sin embargo, sí existe un trasfondo a lo señalado ya que la aplicación de aranceles apunta principalmente a aquellos países que obtienen “beneficios indebidos” debido a sus políticas monetarias, como es el caso de China.
En resumidas cuentas, es muy poco lo que se percibe en Washington sobre quién o quiénes están detrás del babel arancelario.
Paul Krugman, Premio Nóbel de Economía en 2008, se refirió hace poco a cómo él percibe que Trump viene usa la información que recibe de su entorno para implementar su política económico-comercial, haciendo alusión a la manera cómo un borracho utiliza un poste de alumbrado público: no es por la luz, sino para sostenerse.
* Economista y politólogo
[1] Office of Management and Budget (OMB), es el mayor departamento gubernamental dentro de la Oficina Ejecutiva del presidente de los Estados Unidos. La función principal de la OMB es la de producir el presupuesto del Ejecutivo norteamericano, pero también supervisa los programas de diversas agencias que dependen del Ejecutivo, las políticas y los procesos para compatibilizarlos con las políticas presidenciales. También coordina las iniciativas entre las agencias.
[2] David Hume (1711-1776) fue un filósofo y escritor escocés antecesor de Adam Smith, y es considerado como el originador de la teoría económica cuando en 1752 publicó su tratado “Of the Balance of Trade” (“Sobre el Equilibrio Comercial”). En ese estudio, Hume examinó varios errores de algunas naciones al comerciar y sugirió políticas alternativas.
[3] David Ricardo (1772-1823) fue un economista político británico y miembro del Parlamento. Se le considera como uno de los economistas clásicos más influyentes junto a Adam Smith, Thomas Malthus y James Mill. Between 1500 and 1750 most economists advocated mercantilism, which promoted the idea of international trade for the purpose of earning bullion by running a trade surplus with other countries. Ricardo challenged the idea that the purpose of trade was merely to accumulate gold or silver. With «comparative advantage» Ricardo argued in favour of industry specialisation and free trade. He suggested that industry specialization combined with free international trade always produces positive results. This theory expanded on the concept of absolute advantage.
Ricardo suggested that there is mutual national benefit from trade even if one country is more competitive in every area than its trading counterpart and that a nation should concentrate resources only in industries where it has a comparative advantage,[33] that is in those industries in which it has the greatest efficiency of production relative to its own alternative uses of resources, rather than industries where it holds a competitive edge compared to rival nations. Ricardo suggested that national industries which were, in fact, mildly profitable and marginally internationally competitive should be jettisoned in favour of the industries that made the best use of limited resources—the assumption being that subsequent economic growth due to better resource use would more than offset any short-run economic dislocation which would result from closing mildly profitable and marginally competitive national industries.
Ricardo attempted to prove theoretically that international trade is always beneficial.[34] Paul Samuelson called the numbers used in Ricardo’s example dealing with trade between England and Portugal the «four magic numbers».[35] «In spite of the fact that the Portuguese could produce both cloth and wine with less amount of labour, Ricardo suggested that both countries would benefit from trade with each other».
[4] Washington Post, 2025-03-25, “The 41-page blueprint that may help explain Trump’s painful trade wars,” por Jeff Stein, corresponsal en materia económica del Washington Post en la Casa Blanca.