La justicia tarda pero llega, pero cuando hablamos de asilo político parece que Brasil inventó la justicia con delivery de 15 minutos.
La exprimera dama y cofundadora del Partido Nacionalista, Nadine Heredia fue condenada a 15 años de prisión y hoy es una flamante asilada política en tiempo récord.
En menos de lo que dura una telenovela brasileña —con todo y sus 150 capítulos— el gobierno de Lula dio luz verde al pedido de Heredia; es así que un trámite que usualmente toma semanas o meses se resolvió tan rápido que no sabemos si estamos hablando de política o de una carrera de relevo diplomático donde ya tenían la posta en la mano.
Dicen que Nadine llegó a la embajada con una carta bajo el brazo, ya todo habría estado coordinado y antes de que pudiera terminar de tomar un cafecito carioca ya tenía un «¡Bem-vinda!» oficial, abrazos protocolarios y un salvoconducto con más millas acumuladas que su esposo, Ollanta, en campaña electoral.
La Cancillería peruana respondió con sorprendente eficiencia: ¡Salvoconducto listo! ¡Que pase la siguiente! Como si entregar asilados fuera el nuevo programa de fidelización, «junte cinco y el sexto asilo gratis».
Algunos malpensados aseguran que este nivel de eficiencia en un trámite estatal es tan improbable como ver un elefante que vuele, pero no. Lo que hay aquí son solo cláusulas de la Convención sobre Asilo Diplomático de 1954 y una pizca de realismo mágico latinoamericano.
¿Persecución política o jugada maestra? ¿Solidaridad internacional o «yo te cuido hoy, tú me cuidas mañana»? Lo cierto es que Nadine ya no está “desaparecida” y nunca estuvo internada en una clínica como aseguraron algunos; está diplomáticamente ubicada y felizmente asilada mientras en Lima todavía buscan culpables en cámara lenta.
Y claro, el detalle más jugoso del caso: Nadine Heredia fue condenada por recibir dinero de Odebrecht, esa misma constructora brasileña que repartía más plata que piñata en cumpleaños. ¿Y quién más fue acusado y sentenciado por lo mismo? Pues nada menos que Luiz Inácio Lula da Silva, actual presidente de Brasil… y ahora benefactor diplomático de Nadine.
¡Qué coincidencia tan entrañable! Es como si los viejos amigos de la fiesta se reencontraran años después, pero esta vez en la embajada; porque si alguien entiende los “malentendidos judiciales” con Odebrecht, ese es Lula.