Quienes consideran que el Perú atraviesa una situación regular, tanto en lo político como en lo constitucional, hablan, discuten y se angustian por la agenda que el flamante Congreso, debiera desarrollar con prioridad.
Pero esta clase de preocupaciones carecen de asidero en los hechos. Y quienes las postulan habitan en un limbo esotérico fuera de la realidad. Desde luego, no entienden (o no quieren entender) nada de lo que está pasando.
Si fueran un poco más acuciosos y actuaran con una pizca de imparcialidad, no caerían en ese ridículo pueril. Percibirían, por ejemplo, que las últimas elecciones parlamentarias, calificadas por tirios y troyanos como un desastre, no pueden, como el milagro del agua en vino, transformarse en una virginal fuente de renovación política. ¡Por favor, seamos serios!
Vistos los resultados electorales, casi nadie apostaría a que este Congreso será mejor que el fenecido el 30 S. Al contrario, la puja es ¡cuán peor puede ser! Pero lamentablemente fue lo que la población, en un notable número, quiso. Y lo que las truculencias y perfidias, que animan a Vizcarra, han provocado.
Imaginar, entonces, grandes proyectos y realizaciones legislativas resulta ser una ingenuidad mayúscula. No encuadra con la mezquindad del tiempo, ni con el nivel de los especímenes parlamentarios (demasiadas joyitas de colección). Tampoco conviene a los objetivos gubernamentales: obviamente no quiere un Congreso destacado vuelto en contrapeso. No es congruente con sus propósitos autocráticos en curso.
Con lo pies bien puestos en tierra, tendremos una prosaica “agenda que el Gobierno impone al Congreso”. Primero, las llamadas “reformas políticas” del señor Tuesta, para devaluar al Parlamento más aún y redoblar los poderes del Ejecutivo, hacia un Presidencialismo autoritario (que es la forma jurídica de las dictaduras del siglo XXI). Luego, la lista de jueces y fiscales supremo perseguidos, no agradables al poder, para que el Congreso los destituya y levante el fuero, posibilitando la captura del Poder Judicial y el Ministerio Público. Y –finalmente pero no menos importante– que no se vea, apruebe o lleve adelante ninguna investigación que perturbe los sueños reeleccionistas del mandatario de Palacio.
Así de simple, pero terriblemente perversa, será la agenda parlamentaria vizcarrista. Con ella manejará a un Congreso debilucho, servil y vocacionalmente adulón y desde ahí copar progresivamente todo el poder estatal, en pro de una exacerbación neo-presidencialista y totalitaria. Sólo cuando el país rompa con la modorra y despierte del mórbido sueño en que se encuentra, las fantasías encubridoras caerán inexorablemente. Entonces descubriremos que las promesas melifluas fueron un embuste cruel. Luego enfrentaremos a una triste y dolorosa realidad que nos será impuesta, enseñoreada por un chavismo a la peruana. ¡Aunque usted no lo crea!