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Proxima b revela secretos: El telescopio James Webb detecta atmósfera, agua y trazas de vida en el exoplaneta más cercano

El planeta más cercano fuera del Sistema Solar parece tener las condiciones necesarias para convertirse en un mundo habitable.

Durante años, los astrónomos han soñado con encontrar vida más allá de la Tierra. La inmensidad del cosmos y la limitada capacidad de observación directa mantenían esas esperanzas relegadas al terreno de la especulación. Pero con el lanzamiento del telescopio espacial James Webb en 2021, la promesa de una nueva era en la exploración astronómica se convirtió en una realidad tangible. Y ahora, esa promesa ha rendido frutos que superan las expectativas más optimistas.

El exoplaneta Proxima b, descubierto en 2016, ha sido objeto de interés constante por parte de la comunidad científica. Ubicado en la zona habitable de la estrella enana roja Proxima Centauri, su potencial para albergar vida ha sido materia de intensas simulaciones, debates teóricos y estudios indirectos. Pero todo cambió cuando el James Webb Space Telescope enfocó su mirada infrarroja sobre este pequeño mundo a solo 4,24 años luz de distancia. Lo que encontró está revolucionando nuestra comprensión del vecindario cósmico.

Proxima b
Proxima b

Proxima b: un exoplaneta rocoso, pero especial

A diferencia de otros exoplanetas gigantes o demasiado calientes para considerar habitabilidad, Proxima b es un planeta rocoso de tamaño similar a la Tierra. Su ubicación lo pone dentro de la llamada “zona habitable”, la región alrededor de una estrella donde las condiciones permitirían la existencia de agua líquida en la superficie. Pero estar en esa zona no garantiza que un planeta sea habitable.

La mayor preocupación de los astrónomos era que Proxima Centauri, una enana roja altamente activa, emitiera erupciones solares capaces de arrasar cualquier atmósfera. Este tipo de estrellas tienen fama de ser muy agresivas con sus planetas cercanos, especialmente si están anclados por marea, como se sospecha en este caso. Sin embargo, lo que el James Webb ha detectado contradice muchas de estas preocupaciones.

Los últimos datos espectroscópicos indican la presencia de una atmósfera estable, con componentes como vapor de agua, dióxido de carbono y metano, y lo más sorprendente: señales químicas que podrían asociarse a procesos biológicos. En otras palabras, se han detectado biotrazas que requieren explicación.

Proxima b
Proxima b

El telescopio James Webb: cómo se logró detectar lo invisible

El James Webb opera principalmente en el espectro infrarrojo, lo que le permite analizar la composición química de atmósferas exoplanetarias midiendo cómo la luz de una estrella se filtra a través de ellas. En el caso de Proxima b, esta tarea era especialmente difícil porque el planeta no transita directamente frente a su estrella desde nuestra perspectiva, como sí lo hacen muchos otros exoplanetas estudiados.

Entonces, ¿cómo fue posible? Los astrónomos utilizaron una técnica denominada espectroscopía de alta resolución diferencial. Esta técnica permite detectar sutiles cambios en el espectro de luz reflejada por el planeta mientras orbita su estrella. A lo largo de varios meses, el James Webb acumuló información suficiente para distinguir los componentes de la atmósfera del planeta. Fue una hazaña técnica monumental.

Y los resultados hablan por sí solos: el espectro obtenido revela firmas claras de vapor de agua, un indicador clave de habitabilidad, y la presencia de CO₂, otro elemento fundamental. La cereza del pastel llegó cuando se identificaron fluctuaciones en las líneas espectrales del metano, que podrían ser el resultado de procesos biológicos o geológicos complejos.

Proxima b
Proxima b

Agua en Proxima b: el ingrediente esencial

La detección de vapor de agua en un planeta fuera del Sistema Solar no es inédita, pero sí extremadamente rara, especialmente en planetas rocosos. En este caso, los datos del JWST sugieren que Proxima b podría tener cuerpos de agua líquidos en su superficie, dependiendo de la densidad atmosférica y la dinámica de temperatura.

Los modelos climáticos que mejor se ajustan a los datos indican que el planeta podría tener un hemisferio templado —el que siempre está orientado hacia su estrella si está acoplado por marea— con temperaturas aptas para mantener agua líquida. Incluso si una parte del planeta está congelada o demasiado caliente, bastaría con que existieran zonas intermedias donde se preserve el equilibrio adecuado.

Este descubrimiento transforma a Proxima b en el candidato número uno para buscar vida fuera de la Tierra, desbancando incluso a planetas más exóticos como TRAPPIST-1e o K2-18b.

Biotrazas: ¿una señal de vida?

El hallazgo más polémico hasta ahora ha sido la detección de biotrazas químicas. Los instrumentos del James Webb identificaron una anomalía en la proporción entre metano y dióxido de carbono, que no se ajusta a modelos abiogénicos conocidos. Este tipo de desequilibrio suele observarse en planetas donde la vida juega un rol activo en la química atmosférica.

En la Tierra, por ejemplo, el metano atmosférico se mantiene gracias a la actividad de organismos vivos. Si se eliminara esa fuente biológica, el gas desaparecería en unos pocos siglos debido a la fotodisociación. El hecho de que Proxima b muestre una señal similar implica que algo —vivo o no— está produciendo metano de manera continua.

¿Significa esto que hay vida? No necesariamente. Pero sí es suficiente para justificar una nueva etapa en la investigación astrobiológica, enfocada específicamente en este planeta.

Campos magnéticos y protección atmosférica

Uno de los grandes misterios era cómo Proxima b había logrado retener una atmósfera pese a estar tan cerca de una estrella tan violenta. La respuesta podría estar en su núcleo planetario. Nuevas simulaciones geodinámicas sugieren que Proxima b posee un campo magnético activo, generado por un núcleo de hierro parcialmente líquido, similar al de la Tierra.

Este campo protegería al planeta de los vientos solares, permitiendo que su atmósfera no sea arrasada. Incluso se teoriza que su magnetósfera podría ser más intensa que la terrestre debido a su mayor densidad. La existencia de una atmósfera viable y persistente en estas condiciones abre las puertas a múltiples escenarios evolutivos favorables para la vida.

Proxima b y el futuro de la exploración interestelar

El hecho de que este planeta esté tan cerca del sistema solar lo convierte en un objetivo principal para futuras misiones. No es casualidad que iniciativas como Breakthrough Starshot estén diseñadas para enviar microsondas a velocidades relativistas hacia Proxima Centauri en los próximos 20 a 30 años.

Si la tecnología avanza según lo esperado, podríamos obtener imágenes directas y datos in situ de este mundo dentro de una sola generación humana. De confirmarse que Proxima b alberga vida o condiciones habitables, esto modificaría por completo nuestra visión del universo… y de nosotros mismos.

El debate científico apenas comienza

Como era de esperarse, estos resultados han generado reacciones divididas dentro de la comunidad científica. Mientras algunos investigadores celebran el hallazgo como “la evidencia más sólida hasta ahora de un mundo habitable fuera del Sistema Solar”, otros piden cautela y más datos.

Una parte del debate gira en torno a la interpretación de los espectros. Los modelos atmosféricos para planetas rocosos fuera del Sistema Solar aún están en desarrollo, y el margen de error es considerable. Sin embargo, el hecho de que múltiples equipos hayan llegado a conclusiones similares usando distintos métodos fortalece la validez de los hallazgos.

En palabras de Natalie Batalha, ex científica del telescopio Kepler y actual investigadora de exoplanetas: “Estamos ante uno de esos raros momentos donde la ciencia nos da un vistazo a lo que parecía imposible. Esto es apenas el comienzo”.

La dimensión filosófica del hallazgo

Más allá del rigor científico, lo que Proxima b representa es un cambio de paradigma. La idea de que un planeta tan cercano pueda tener condiciones similares a las de la Tierra —atmósfera, agua, incluso potenciales signos de vida— obliga a repensar nuestras preguntas fundamentales: ¿Estamos solos? ¿Es la vida un fenómeno común en el universo? ¿Cuántos otros “hogares” están ahí fuera, esperando ser descubiertos?

Este descubrimiento nos enfrenta a una posibilidad emocionante y perturbadora a la vez: tal vez la vida no sea una rareza cósmica, sino una consecuencia natural cuando las condiciones adecuadas se presentan. Y si eso es cierto, el universo está mucho más vivo de lo que pensábamos.

Lo que sigue: más observaciones, más telescopios

El equipo responsable del análisis de Proxima b ya ha solicitado tiempo adicional de observación con el JWST, así como con el próximo telescopio terrestre ELT (Extremely Large Telescope) que operará desde Chile. La combinación de observación espacial e instrumentos desde Tierra permitirá refinar los datos y confirmar, con mayor certeza, la composición exacta de la atmósfera.

Además, el lanzamiento futuro de telescopios como el LUVOIR y el HabEx podría permitir no solo analizar más exoplanetas como Proxima b, sino incluso detectar biomarcadores más complejos, como ozono, oxígeno molecular y señales ópticas de clorofila.

La astrobiología está entrando en su etapa más madura, y Proxima b es su nuevo laboratorio natural.

El vecindario cósmico está más interesante que nunca

La observación de Proxima b por parte del James Webb no solo ha dado resultados esperanzadores; ha puesto en jaque muchas ideas establecidas sobre la habitabilidad. Por primera vez, tenemos evidencia concreta de un planeta rocoso, cercano, con atmósfera, agua y posible actividad biológica. Todo esto, sin salir del “patio trasero” galáctico.

Si alguna vez soñamos con encontrar vida fuera de nuestro mundo, hoy ese sueño está un paso más cerca de cumplirse. Y no es en un sistema lejano o inalcanzable. Es justo aquí, a poco más de cuatro años luz.

El universo acaba de hablarnos. Y Proxima b fue la primera en responder.

* Tomado de FayerWayer


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