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¿Los hombres mujeriegos esconden su homosexualidad? El mito que aún persiste

El mito detrás de los hombres mujeriegos

La figura del “mujeriego” ha estado arraigada en la cultura latinoamericana y mundial como símbolo de masculinidad y éxito social. Sin embargo, en conversaciones cotidianas y redes sociales circula una creencia: que este comportamiento sería, en algunos casos, una forma de ocultar la homosexualidad. Aunque el mito se repite con frecuencia, la ciencia no lo respalda.

Qué dicen los estudios

El caso Laud Humphreys
En los años 70, Laud Humphreys documentó en su investigación Tearoom Trade que algunos hombres casados mantenían relaciones con otros hombres en secreto. Pero lejos de mostrarse como conquistadores de mujeres, llevaban vidas discretas para proteger su reputación.

Los informes Kinsey
El famoso Informe Kinsey sobre la sexualidad masculina en EE. UU. reveló que la orientación sexual es mucho más diversa de lo que se creía. Muchos hombres habían tenido experiencias con ambos sexos, pero no se encontró vínculo entre ser mujeriego y encubrir la homosexualidad.

Cultura, masculinidad y validación social

Hasta hoy, no hay evidencia científica de que la conducta mujeriega sea una estrategia para esconder la orientación sexual. Psicólogos y sexólogos coinciden en que suele responder a factores como la presión cultural por demostrar virilidad, la búsqueda de aprobación social o simples preferencias personales.

Especialistas en masculinidad advierten que quienes ocultan su homosexualidad tienden a evitar la exposición pública excesiva, más que a proyectarse como grandes seductores.

Heteroflexibilidad y complejidad sexual

El concepto de heteroflexibilidad explica que algunos hombres se identifican como heterosexuales y, al mismo tiempo, pueden tener experiencias homosexuales ocasionales. Esto no implica necesariamente una vida mujeriega, sino que muestra la amplitud y diversidad de la sexualidad humana.

Por qué el mito sigue vivo

La idea de que los mujeriegos esconden su homosexualidad se ha mantenido más por rumores, chistes y productos culturales —series, películas o discursos populares— que por hechos comprobados. La ciencia, hasta ahora, no lo confirma.


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