En un mundo donde estar ocupado es casi un símbolo de estatus, donde las redes celebran los “hustlers” y donde descansar parece un pecado, vale la pena detenernos a preguntar: ¿en qué momento confundimos vivir con producir?
La cultura de la productividad, alimentada por frases como “el tiempo es oro”, “dormir es para los débiles” o “si no estás haciendo dinero, estás perdiendo el tiempo”, ha calado hondo en nuestra sociedad. Pero detrás de ese ritmo frenético hay algo que rara vez se discute: el costo humano.
La glorificación del “modo avión”
No es casualidad que aplicaciones como TikTok o Instagram estén llenas de videos de personas que se despiertan a las 5 a. m., hacen ejercicio, meditan, trabajan 10 horas, y aún así tienen tiempo para leer y preparar una cena saludable. Son inspiradores, sí… pero también irreales para la mayoría.
Mientras tanto, millones de personas trabajan más de 10 horas al día solo para llegar a fin de mes. No hay rutina elegante ni taza de matcha, solo cansancio, estrés y la sensación de que la vida se está pasando como un tren al que nunca subiste.
El agotamiento como estilo de vida
En Perú, según el Ministerio de Salud, los niveles de estrés laboral han aumentado de forma alarmante en los últimos años. El agotamiento crónico —también llamado burnout— no solo afecta la salud mental, sino también la física: insomnio, ansiedad, gastritis, irritabilidad, entre otros.
Y lo más grave: lo normalizamos.
Nos reímos de los memes sobre “morir por chamba” mientras respondemos correos un domingo por la noche. Pero… ¿cuándo fue la última vez que tomamos vacaciones sin culpa?
¿Y si la verdadera productividad fuera descansar?
Hay una idea radical que muchos están empezando a considerar: trabajar menos puede ser más productivo. Países como Islandia y Suecia han experimentado con jornadas laborales de cuatro días, con resultados positivos en productividad y bienestar.
En el plano individual, descansar, desconectarse y tener tiempo para uno mismo mejora la concentración, la creatividad y la toma de decisiones. El cerebro no es una máquina, y el cuerpo tampoco.
Volver a vivir
Trabajar es importante. Pero no podemos definir nuestro valor por cuánto producimos o cuánto dinero generamos. No somos robots. Somos personas. Y también tenemos derecho a estar cansados, a tener días lentos, a no hacer nada.
No estás fallando si no estás corriendo. Tal vez, estás sanando.
No se trata de abandonar la ambición, sino de equilibrarla. Porque al final del día, el verdadero lujo no es el dinero ni el éxito: es el tiempo. Y ojalá aprendamos a usarlo para vivir, no solo para trabajar.