Todo comenzó como una molestia. Una notificación que no llegaba. Una app que no cargaba. El asistente de voz que no respondía. Pero en menos de una hora, el mundo digital se detuvo. La mañana de este 12 de junio de 2025, millones de personas se vieron desconectadas de sus plataformas favoritas y de herramientas clave para trabajar, estudiar o simplemente entretenerse.
Google, Amazon, Microsoft, Spotify, Discord, Zoom, Twitch… todos caídos. Al principio parecía una coincidencia. Luego, un problema de red general. Y finalmente, lo que nadie quería confirmar: un ciberataque masivo, coordinado y dirigido a las grandes infraestructuras que mantienen vivo internet.
No fue solo una caída: fue un espejo de nuestra dependencia total
La magnitud del ataque fue lo suficientemente grave como para activar alertas en agencias de ciberseguridad de todo el mundo. Pero más allá de los aspectos técnicos —que sí fueron críticos—, el episodio funcionó como una revelación brutal: somos totalmente dependientes de internet, al punto de que unas pocas horas sin acceso nos dejó en crisis.
¿Recuerdas qué hiciste cuando no podías abrir Gmail o reproducir Spotify? ¿Cómo te organizaste sin el calendario de Google? ¿Y si trabajas con Teams o Slack, cómo contactaste a tu equipo? ¿Cuántos recordatorios, listas, documentos, accesos bancarios o archivos están guardados “en la nube”, y no en ningún otro lado?
Este ataque no solo afectó la conectividad. Nos enfrentó a una pregunta tan simple como aterradora: ¿y si mañana se apaga todo?

El día en que medio planeta se detuvo
Desde Tokio hasta Santiago, pasando por Berlín y Ciudad de México, los reportes de caída se acumularon minuto a minuto. La red de monitoreo NetBlocks confirmó interrupciones severas en más de 60 países. El tráfico de internet se redujo en un 30% a nivel global en apenas tres horas.
No hablamos solo de redes sociales. Las siguientes plataformas fueron algunas de las más afectadas:
Gmail y Google Drive: Millones de correos bloqueados y documentos inaccesibles.
Microsoft Outlook y Teams: Empresas sin comunicación interna ni forma de trabajar remoto.
Amazon Web Services: Miles de páginas web, aplicaciones móviles, videojuegos y servicios financieros simplemente dejaron de funcionar.
Spotify y YouTube: Sin música, sin videos, sin contenido.
Zoom, Discord, Slack: Herramientas de trabajo y educación completamente fuera de línea.
Alexa, Google Assistant y Siri: Asistentes virtuales mudos.
Incluso algunos bancos digitales reportaron fallas en transacciones y en el acceso a cuentas debido a su dependencia de servidores externos. El impacto fue transversal, profundo e inesperadamente total.

Del caos al silencio: cuando todo está conectado, todo puede fallar a la vez
Una de las paradojas más inquietantes de este episodio es que todo falló al mismo tiempo no porque se hayan atacado todos los servicios individualmente, sino porque comparten una infraestructura común. La mayoría dependen de tres grandes proveedores de nube: Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure y Google Cloud.
Eso significa que cuando uno de estos proveedores es atacado, el efecto dominó arrastra consigo miles de servicios invisiblemente conectados. Una caída en un servidor de autenticación de AWS, por ejemplo, puede impedirte iniciar sesión en aplicaciones totalmente distintas como Tinder, Netflix o tu banco.
¿Te suena exagerado? No lo es. Es así como funciona internet hoy. Conversamos con Daniel Rivas, sociólogo que ha estudiado el impacto de internet en la vida moderna, y su análisis, nos recuerda lo dependientes que somos hoy.
Un ensayo general del apagón total
“Este ciberataque fue, sin quererlo, una simulación real del colapso digital. Por unas horas, el mundo moderno perdió sus sentidos”, nos señala el especialista.
“Gracias a la tecnología, hemos externalizado herramientas humanas propias a simples bits, como: la memoria (en documentos y datos almacenados), la voz (con asistentes virtuales y herramientas de comunicación) y hasta nuestra capacidad de movernos bien por el mundo (con apps de transporte, mapas, navegación)”, agrega.

El analista profundiza en la dependencia actual, apuntando a que “lo que antes era una molestia menor —“se cayó WhatsApp”— se transformó en una desconexión generalizada». “Por primera vez, millones de personas se enfrentaron al miedo de no saber cuánto tiempo podría durar esa oscuridad digital”, añadió.
¿Cómo vivimos sin internet? Spoiler: no lo hacemos
Muchos intentaron seguir con su día sin conexión. Pero la desconexión fue más profunda de lo que creían. ¿Querías trabajar? No había correo. Ni Zoom. Ni acceso remoto a los servidores.
¿Querías hacer deporte? Sin Spotify, sin apps de tracking, sin videos de entrenamiento. ¿Querías cocinar? Recetas guardadas en Pinterest o YouTube, fuera de línea. ¿Querías saber qué estaba pasando? Twitter, Reddit, incluso los medios online, colapsados o inaccesibles.
“Estas son claras señales del gran nivel de dependencia actual. Incluso si querías comprar algo, se complicó. Las plataformas de pago estaban caídas. Y los sistemas POS también dependen de la nube”, añade Rivas.
“La pregunta no es si podríamos sobrevivir sin internet. La respuesta ya la vimos: hay muchos que se acostumbraron a lo digital y abandonaron de plano lo análogo”, apuntó.
¿Y si el próximo apagón dura días?
Si lo que vivimos el 12 de junio fue apenas una advertencia, la pregunta lógica es: qué pasará si el siguiente ataque dura más tiempo. Días. Semanas. ¿Estamos preparados?
La respuesta es casi unánime entre expertos: no. La mayoría de los países, empresas y usuarios no tienen planes de contingencia sólidos frente a la caída prolongada de servicios críticos online. Y mucho menos cuando esos servicios están centralizados en pocas plataformas globales.

“Sin backup físico, sin infraestructura local y sin conocimientos analógicos, nuestra civilización está diseñada para funcionar sobre una red de cristal”, detalla el especialista. Y el 12 de junio vimos una grieta.
La dependencia invisible
A menudo creemos que “la nube” es un concepto etéreo, flotando en algún lugar del espacio digital. Pero en realidad son edificios físicos, cables, servidores y switches ubicados en países con jurisdicciones específicas. Y son manejados por empresas privadas, no por organismos públicos.
Eso significa que:
- Tus datos no siempre están bajo tu control.
- Tu acceso a servicios depende de acuerdos empresariales y decisiones técnicas externas.
- Un error humano, una falla eléctrica o un ataque externo puede dejarte fuera sin aviso y sin solución inmediata
Vivimos en una ilusión de estabilidad digital. El 12 de junio la ilusión se rompió. Tu vida digital necesita backups físicos y locales. Desde documentos hasta contraseñas y las empresas necesitan planes B reales. No solo servidores en la nube secundaria, sino protocolos de trabajo offline.
También es clave que los gobiernos traten a Internet como infraestructura crítica, al igual que el agua o la electricidad. Y no menos importante: La alfabetización digital debe incluir el uso consciente de la red. Entender qué usamos, cómo lo usamos y qué haríamos si no lo tuviéramos.
* Tomado de FayerWayer