En un país donde más de 3 mil personas mueren al año por accidentes de tránsito, es alarmante ver cómo desde el Congreso se promueve una ley que, lejos de fortalecer la seguridad vial, parece premiar la irresponsabilidad; se trata del proyecto 9490, bautizado por su propio autor como la “Ley del borrachito”.
La iniciativa, impulsada por el congresista Jorge Flores Ancachi (Podemos Perú), propone que los conductores cuya licencia fue inhabilitada por manejar en estado de ebriedad puedan volver a conducir con solo pagar una multa (¡con 80% de descuento!) y llevar un curso. La excusa: “merecen una segunda oportunidad”.
¿Una segunda oportunidad para quienes decidieron, de forma consciente, ponerse al volante ebrios, poniendo en riesgo su vida y la de los demás? ¿Qué mensaje le da esta ley al ciudadano que sí respeta las normas?
Las críticas no se han hecho esperar. Expertos como el Gral. PNP Manuel Vidarte, el Crnel. (r) Franklin Barreto, y funcionarias del propio Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) han levantado la voz de alerta: esta ley representa un retroceso. Y tienen razón. Esta no es una medida de reinserción ni una política de rehabilitación. Es, en esencia, una amnistía disfrazada.
Decidir manejar borracho no es un error, es un acto deliberado. No hay manera de justificar que la sanción se diluya con descuentos o “cursos de sensibilización”. Esto socava la autoridad de la ley y pone en tela de juicio el compromiso del Estado con la protección de la vida.
Lo más grave: este proyecto no está solo. Otros congresistas, como Edgar Tello, también lo respaldan. La lectura es inevitable: esto no es política pública, es populismo vial. Una jugada para congraciarse con un electorado que muchos creen que celebra las “segundas oportunidades” sin entender las consecuencias.
Pero aquí no hablamos de segundas oportunidades. Hablamos de vidas truncadas, de familias destruidas, de una cultura de impunidad que se normaliza desde el Congreso. Si esta ley se aprueba, el mensaje será claro: en el Perú, puedes poner vidas en peligro y aún así, volver al volante… pagando una módica multa.
Y después nos preguntamos por qué las cifras de siniestralidad no bajan.