Cada cuarto domingo de julio, el Perú celebra el Día del Pisco. Pero hay un lugar donde esta fecha se vive con un fervor especial: la ciudad de Pisco, cuna histórica de esta bebida nacional y protagonista de una tradición que va más allá del brindis.
Oficializado en 1999 mediante una resolución ministerial, el Día del Pisco no solo busca promover el consumo de este aguardiente único, sino también resaltar su valor como producto cultural, histórico y económico. Declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 1988, el pisco representa mucho más que una bebida: es símbolo de origen, herencia e identidad.
“Pisco es puerto, ciudad y bebida”
Así lo resume el reconocido bartender pisqueño Manuel Antonio Mendiz Valenzuela, quien ha dedicado su carrera a reivindicar el espíritu de esta bebida. “Hecho únicamente a base de uvas pisqueras, el pisco es un símbolo de libertad y de peruanidad. El nombre no es casual. Si estás en Pisco, lo que debes tomar es pisco”, afirma con convicción.
Mendiz Valenzuela recuerda que los primeros registros históricos del pisco datan de 1615, en la zona de Lanchas (hoy parte de Paracas), y que el cronista Guamán Poma de Ayala ya daba cuenta de su elaboración en templos jesuitas. Esa fecha inspira hoy a una reconocida marca local: Pisco 1615.
Una celebración que une pasado y presente
El pisco solo puede producirse en cinco regiones autorizadas: Ica, Lima, Arequipa, Moquegua y Tacna, siguiendo estrictos lineamientos que garantizan su calidad y autenticidad. En el marco de las Fiestas Patrias, su día se convierte también en una oportunidad para reflexionar sobre su impacto cultural y económico, tanto a nivel nacional como en el extranjero.
Hoy, como parte de las celebraciones por los 204 años de independencia del Perú, la ciudad de Pisco alberga una feria especial en su Plaza Mayor. Allí, productores locales ofrecen catas, charlas, variedades del destilado y momentos para compartir la pasión por esta bebida que, con justicia, lleva el nombre de su tierra.