El próximo 21 de agosto, Lima y Callao podrían enfrentar una paralización masiva por un paro convocado por los transportistas, un sector clave para la vida diaria de millones que no parece encontrar respuesta a sus demandas. Más que un simple acto de protesta, esta medida refleja la profunda frustración ante la falta de diálogo con el Gobierno y el alarmante aumento de los asesinatos vinculados al cobro de cupos, un flagelo que golpea sin tregua a conductores y empresas formales, quienes se ven atrapados en una red de extorsiones que parecen inquebrantables.
Extorsiones y violencia: la amenaza constante sobre el transporte formal
Martín Valeriano, presidente de la Asociación Nacional de Integración de Transportistas, denuncia que más del 80% de las empresas formales están sometidas a estas bandas criminales, y señala con dureza la ausencia de atención por parte del Gobierno:
“Estamos sometidos a estos grupos, no hemos sido atendidos por este Gobierno”, afirmó, dejando una pregunta que no admite evasivas: ¿qué garantías reales ofrece el Estado cuando la seguridad es una promesa incumplida?
Según reportes policiales, entre septiembre de 2024 y julio de 2025, 32 transportistas fueron asesinados en Lima y Callao por resistirse al pago de cupos, un saldo que revela un problema estructural que va más allá de la delincuencia común. La Cámara Internacional de la Industria de Transporte calcula que las extorsiones a este sector podrían alcanzar hasta 10 millones de soles mensuales, un golpe económico que termina recayendo en los usuarios, quienes ya enfrentan incrementos en el precio de los pasajes.
División interna: un gremio sin consenso claro
Pese a la gravedad de la situación, no todos los dirigentes del transporte apoyan el paro. Algunos aún evalúan su participación, mostrando un sector fragmentado y, quizás, temeroso de las repercusiones que esta protesta pueda acarrear. Un conductor formal lo resume con franqueza:
«Lo que me diga la empresa, yo lo acato. Si me dicen que hay que parar, paro».
Una realidad que cuestiona si la verdadera fuerza del gremio reside en su voz colectiva o en la obediencia a intereses empresariales.
Usuarios entre la comprensión y la molestia
Por su parte, los usuarios se encuentran divididos. Mientras algunos muestran empatía hacia los transportistas y sus motivos, otros no ocultan su frustración por el impacto directo en su rutina diaria.
“Por las extorsiones ya subieron los pasajes. Antes pagaba menos, ahora un sol más”, comenta un pasajero, exponiendo cómo la inseguridad termina afectando el bolsillo de todos.
Un llamado urgente para las autoridades y la sociedad
Si la convocatoria logra reunir a las cerca de 420 empresas de transporte que, según Valeriano, acatarán el paro, la reflexión es ineludible:
¿Qué nos dice esta crisis sobre el Estado de derecho cuando un sector tan fundamental debe recurrir a la paralización para ser escuchado? Más que un conflicto, es un grito que reclama seguridad y respeto al derecho a trabajar sin miedo, exigiendo a las autoridades que actúen con responsabilidad y compromiso.