Lo que parecía una relación de confianza terminó en tragedia. Carlos Mendo Castillo, cirujano plástico de 37 años, fue asesinado de dos disparos en la cabeza mientras dormía en el asiento de su propio auto, en plena autopista Ramiro Prialé. El autor intelectual del crimen fue su asistente y supuesto amigo, José Miguel Espín González, un venezolano de 22 años que lo traicionó para apoderarse de S/150 mil.
De acuerdo con las investigaciones, Espín había contactado días antes a John Enderson Arnaldo Jaspe Rivas, un sicario también venezolano, a quien le entregó un adelanto de S/3,000 y un depósito adicional de S/800 a través de su pareja. El plan tenía un objetivo: obtener el dinero que Mendo guardaba y, con ello, cumplir su ambición de comprarse una casa en Venezuela.
La madrugada del crimen, Espín condujo al médico hasta el kilómetro 4 de la vía. Encendió las luces intermitentes como señal y, de entre las sombras, apareció Jaspe Rivas. Dos disparos acabaron con la vida del cirujano. El asesino escapó en una motocicleta manejada por un menor de edad, mientras el asistente fingía un asalto para encubrir su participación.
Sin embargo, las contradicciones lo delataron. En los interrogatorios, Espín terminó confesando todo: los pagos, la coordinación con el sicario y la manera en que llevó al médico hasta su ejecución. Fue detenido junto al menor que conducía la moto. El sicario, hasta el momento, continúa prófugo.
El cuerpo de Carlos Mendo fue despedido entre lágrimas en San Juan de Lurigancho. Familiares y amigos aún no logran comprender cómo un hombre que confiaba en su entorno más cercano terminó víctima de una traición tan cruel. La justicia avanza, pero el vacío que deja su partida es irreparable.