“Buen día, lo saluda Bruno, ¿en qué puedo ayudarlo?”, dice con una sonrisa amplia y una leve tartamudez. Tiene 24 años, bachillerato universitario en Hotelería y Turismo, y el entusiasmo intacto por atender a cada cliente. Sirve americanos, cappuccinos y lattes elaborados con granos de especialidad de 12 orígenes cultivados por pequeños productores de Amazonas, Pasco, Junín, Cusco y Cajamarca. Pero en Coffee Busters, Bruno no solo prepara café: encarna la filosofía del lugar, donde la inclusión y la calidad se mezclan en cada taza.
La historia de esta cafetería comenzó en agosto de 2020, en plena pandemia, como un servicio a domicilio que llevaba cafés peruanos de calidad a hogares confinados. La idea fue de Óscar Medina, apasionado del café y padre de un niño con autismo. “Quería crear un espacio libre de bullying, donde las personas con habilidades especiales puedan aprender, trabajar y desarrollarse”, recuerda. Con el tiempo, el proyecto creció y en agosto de 2022 abrió su local en la avenida Dos de Mayo, una de las arterias más importantes de San Isidro.
En Coffee Busters, la inclusión no es un eslogan: es práctica diaria. Jóvenes con condiciones como Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o con autismo participan en pasantías de dos a tres meses. Aprenden desde la selección de granos hasta el empacado de bolsas, además de recibir formación en atención al público, cocina y pastelería. Al final, reciben un certificado que acredita su experiencia y les abre nuevas oportunidades laborales.
Bruno sabe lo que significa esa oportunidad. Tras graduarse, caminó junto a su madre tocando puertas que se cerraban por falta de experiencia. “Las empresas piden experiencia, pero no dan la primera oportunidad”, cuenta. Hoy, trabaja feliz y se siente parte de un equipo que confía en él. Anteriormente, Adrián Llanos, formado en panadería y pastelería en el Cetpro del Conadis, vivió una historia similar. Llegó en busca de mejorar sus técnicas en repostería y fue querido por clientes y compañeros, recordado por su energía y amabilidad.
El modelo de inclusión de Coffee Busters también alcanza –con capacitaciones– a jóvenes de casas hogar del Inabif, gracias a un convenio de colaboración con el Consejo Nacional para la Integración de la Persona con Discapacidad (Conadis). Kenyi, por ejemplo, de la casa hogar Munay, se entrenó también en atención al cliente, barismo y pastelería, disfrutando —como todos— del ambiente de aromas de café tostado que impregna el local.
Más allá de su compromiso social, Coffee Busters se toma en serio el café. Solo trabaja con granos peruanos, tostados en el mismo local para preservar frescura y aroma. Entre sus bebidas más solicitadas están el cappuccino, el flat white y creaciones como el chocolate cappuccino, el caramel cappuccino. También ofrecen cocteles con café, como el Café del Monje, el Gin Coffee Tonic o el Carajillo, una mezcla de licor 43 y espresso. En 2024, su propuesta fue reconocida en la guía The World’s 100 Best Coffee Shops (Las 100 mejores cafeterías del mundo, en su traducción).
Medina sueña con que este modelo se replique en otras cafeterías y negocios. “Se trata de dejar de lado los estereotipos y ver el valor original de cada persona. Todos pueden aprender, crecer y aportar con su trabajo”, afirma.
Quien cruza la puerta de Coffee Busters no solo disfruta de un café de especialidad producido por pequeños caficultores. Participa, aunque no lo sepa, en una historia que mezcla aroma, esfuerzo y primeras oportunidades.