La tensión en la arena comercial internacional volvió a encenderse esta semana luego de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impusiera un arancel del 50 % a las exportaciones de Brasil. La medida, que marca una nueva fase en su política proteccionista, no tardó en recibir respuestas enérgicas desde distintas latitudes, entre ellas Pekín.
Desde la capital china, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Mao Ning, criticó duramente la estrategia de Washington. “Los aranceles no deben convertirse en herramientas de coerción, intimidación ni de injerencia”, declaró, subrayando que principios fundamentales como la igualdad soberana y el respeto a la no injerencia —consagrados en la Carta de la ONU— deben ser respetados por todas las naciones.
La reacción china se suma a la indignación manifestada por el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. A través de su cuenta en X (antes Twitter), Lula aseguró que Brasil no se someterá a presiones externas: “Somos un país soberano con instituciones independientes. No aceptaremos tutelas de nadie”, expresó en un mensaje dirigido tanto a la política comercial estadounidense como a los cuestionamientos sobre la situación judicial y la libertad de expresión en su país.
Lula también rechazó los argumentos económicos esgrimidos por la administración Trump. Según el mandatario brasileño, es “falsa” la narrativa sobre un déficit comercial con EE.UU., señalando que las propias cifras estadounidenses indican un superávit acumulado de 410.000 millones de dólares en bienes y servicios con Brasil durante los últimos 15 años.
Con estas declaraciones, tanto Pekín como Brasilia dejan claro que no están dispuestos a aceptar sin respuesta las imposiciones unilaterales de Washington, en un contexto global marcado por crecientes tensiones geopolíticas y comerciales.
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