“La comprensión del tambor africano es lo que te permite tocar ambos estilos”, opinó Henríquez.

En Salswing!, Blades navega de manera creativa la intersección entre los últimos días de las orquestas de jazz extravagantes y ultramodernas, y la salsa austera de la época de la recesión. Se apega a su estilo característico de sonero que canta en staccato en sus versiones de Contrabando Tambó, pero en el bolero Ya no me duele se cuelan algunos de los scats de registro más alto, casi como de Ella Fitzgerald, que también hace en The Way You Look Tonight y Pennies From Heaven.

El álbum también incluye estándares del swing con arreglos elegantes, como Paula C., una crónica de un rompimiento amoroso de una de las primeras relaciones maduras de Blades. Lo escribió poco después de que llegó a Nueva York a mediados de los setenta, cuando trabajaba en la sala de correspondencia de Fania Records —conocida como el Motown de la salsa— y subarrendaba un apartamento de Leon Gast, director del documental clásico de la salsa Our Latin Thing.

“Fue una época muy inspiradora, en términos de creatividad”, recordó Blades, aludiendo al panorama musical en auge del jazz y la salsa. “En aquel entonces todos estaban en su mejor momento, el punk rock de la zona industrial estaba estallando, y todavía podías ir a Tad’s Steaks y pedir un filete con papas y un elote por $ 1,99”.