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Magaly Medina revela imágenes que desmienten a Gisela Valcárcel y denuncia su victimización

La noche del 26 de agosto, Magaly Medina inició su programa con un tono inusualmente solemne, y confesó que, en un primer momento, pensó aparecer vestida de luto. Un gesto que buscaba, paradójicamente, mostrar solidaridad con Gisela Valcárcel, su histórica rival televisiva, a raíz de la denuncia pública que la llamada ‘Señito’ lanzó en redes sobre un presunto maltrato en las puertas de América Televisión.

“Hola, buenas noches. Hoy pensaba venir de luto para solidarizarme con la Gise. Yo, que públicamente soy su enemiga jurada, pero, sin embargo, ante los atropellos, jamás puedo no empatizar con una mujer”, dijo Medina, combinando ironía con sinceridad, como si quisiera subrayar la contradicción que implica defender a quien se ha enfrentado tantas veces en pantalla.

Pese a sus años de diferencias y desencuentros con Gisela, la conductora recordó que siempre se pondrá del lado de quien sienta vulnerados sus derechos. “Yo siempre me solidarizaré con alguien que creo ha sido atropellado. Saldré a favor de una figura que, aunque critique y no comulgue con muchas de sus acciones, merece respeto por su trayectoria”, agregó, dejando claro que el principio de justicia es más fuerte que las rencillas personales.

Inicialmente, Magaly confió en la versión de Gisela Valcárcel, quien en un en vivo aseguró que no la dejaron ingresar al canal donde trabajó durante décadas y donde aún mantiene vínculos como productora. “Me indigné al ver a una Gisela diciendo que le habían tirado la puerta en la cara, que la habían dejado en la calle. Lo vi como una humillación terrible”, relató Medina, sumergida en la indignación genuina.

Sin embargo, a medida que se difundieron comunicados de América Televisión y de la propia Gisela, las piezas comenzaron a no encajar. La producción de Magaly TV, La Firme inició una indagación y obtuvo imágenes exclusivas que, según la periodista, desmentirían la versión de la ‘Señito’. “Gisela nos engañó. Salió en vivo victimizándose para generar una ola de solidaridad, pero nosotros tenemos fotos y videos que prueban que sí ingresó al canal y estuvo en el set de su programa”, sentenció Medina.

Lo que realmente dejó un sabor amargo en Magaly no fue la polémica en sí, sino la sensación de haberse convertido, sin quererlo, en un peón de un juego mucho más grande. “Me siento estafada”, confesó, y no se trataba solo de un enfado pasajero, sino de la certeza de que, en este oficio donde las emociones se entrecruzan con los intereses económicos, incluso la solidaridad puede ser manipulada. Curioso nombre, pensé mientras escuchaba sus palabras: solidaridad y estafa, juntas en la misma frase.

La conductora recordó que, apenas unos días antes, se había promocionado la presencia de Gisela en el canal con anuncios de su nuevo proyecto digital y su colección de ropa, lo que dejaba ver acuerdos previos con la televisora. Tal vez Gisela no lo sepa, o quizá sí, pero la estrategia parecía clara: victimizarse para llamar la atención sobre su canal de YouTube y sus productos, mientras el público, y algunos colegas, caían en la trampa de la empatía inmediata.

Magaly también hizo una lectura más amplia de la situación: la televisión abierta y las plataformas digitales compiten ferozmente por la publicidad, recurso cada vez más escaso, y los gestos de drama pueden convertirse en armas de mercadeo. Sin embargo, más allá de los intereses comerciales, lo que subyace es un principio mucho más profundo: la honestidad en el relato, el respeto por la verdad y la memoria de quienes confiamos en los hechos antes que en las apariencias.

Finalmente, como es costumbre, Magaly lanzó una de sus ironías cargadas de historia: “Ella siempre se ha creído la dueña del país, la única reina soberana del Perú, cuando en realidad este no es un país monárquico. A mí esas caretas falsas no me gustan, y me encanta tirarlas abajo”. Y así, entre imágenes, verdades y desmentidos, queda flotando la reflexión inevitable: incluso bajo el brillo de los focos y el glamour de la pantalla, la justicia y la claridad siguen siendo valores que no deberían transarse.


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