En el Perú, si vendes empanadas, haces delivery de postres o tienes un pequeño emprendimiento en redes, la SUNAT ya te tiene en la mira; no importa si solo estás tratando de sobrevivir. Si pasas los S/45,000 al año y no emites boleta, prepárate: te pueden multar, embargar o hacerte la vida imposible.
Pero si eres una gran empresa, con sedes en paraísos fiscales, deudas millonarias y amigos en el Congreso, tranquilo porque la SUNAT no te va a molestar, en lugar de eso te ofrece convenios, mesas de diálogo y “facilidades de pago”.
En este país, evadir S/3 vendiendo sánguches en la calle es delito, evadir millones facturando desde Panamá es “negociable”.
Te fiscalizan si usas Yape, pero te invitan a un cóctel si estás en la lista de las empresas que más deben a la SUNAT.
¿Así funciona la justicia tributaria?
La SUNAT es rápida con el que no tiene cómo defenderse, pero ciega con el que puede pagar un buen estudio de abogados. No se trata de no pagar impuestos, se trata de que el peso de la ley no sea solo para los de abajo.
El verdadero problema del Perú no son los emprendedores informales, sino los que tienen millones y nunca han pagado lo que deben.
Y no es que la SUNAT no lo sepa. Es que no se atreve.
