Opinión

Diálogo político, un antídoto contra el fanatismo

El escritor francés Denis Diderot (1713-1784) escribió sobre la conexión entre fanatismo y barbarie. Su observación sigue siendo precisa hoy como lo fue en el pasado. Cuando uno se niega a escuchar la lógica y se aferra obstinadamente a una creencia o ideología, se abre la puerta a la intolerancia y a la violencia. Los prejuicios, impulsados ​​por una falta de comprensión y conocimiento, fácilmente resultan en actos de violencia y opresión; esto es un recordatorio de la importancia de mantener una mente abierta y participar constantemente en conversaciones que fomenten el etendimiento y la cooperación. Para evitar el descenso a la violencia debemos valorar y aceptar las diferencias de puntos de vista y creencias que existen en nuestra sociedad.

En nuestro país, el fanatismo se ha apoderado del pensamiento político, tanto en la derecha como en la izquierda y únicamente ha logrado crear un clima de división y hostilidad que amenaza con socavar los fundamentos de nuestra sociedad. En lugar de promover el diálogo y buscar soluciones en conjunto, el enfoque predominante ha sido el de atacar y denigrar al oponente, exacerbando aún más las brechas que nos separan. Sin embargo, es necesario dejar de lado estos fanatismos y buscar un camino hacia una política de colaboración y respeto mutuo.

El fanatismo político, sea de izquierda o derecha, nos ciega ante las perspectivas y necesidades de quienes no comparten nuestras opiniones. Nos lleva a deshumanizar al otro, convirtiéndolo en un enemigo a derrotar en lugar de un compañero de sociedad con el que podemos construir un futuro mejor. Esta mentalidad de confrontación constante no solo es contraproducente, sino que también es profundamente corrosiva para el tejido social.

En lugar de centrarnos en atacar al adversario, debemos enfocarnos en encontrar puntos de encuentro y soluciones compartidas. Esto implica reconocer la validez de las perspectivas divergentes y estar dispuestos a comprometernos en aras del bien común. Al dejar de lado el fanatismo, abrimos la puerta a un diálogo más genuino y constructivo, donde el intercambio de ideas puede llevar a la creación de políticas más inclusivas y efectivas.

El respeto mutuo es la piedra angular de cualquier sociedad democrática, esto significa escuchar con empatía y consideración las opiniones de los demás, incluso cuando no estemos de acuerdo con ellas. Solo mediante la valoración de la diversidad de opiniones podemos construir puentes que nos unan en lugar de muros que nos separen.

El abandono del fanatismo político no implica renunciar a nuestras convicciones o comprometernos con valores que consideramos fundamentales. Más bien, se trata de reconocer que la democracia requiere un compromiso constante con el respeto mutuo y la colaboración constructiva. Al dejar de lado los prejuicios y las animosidades, podemos abrirnos a nuevas perspectivas y oportunidades de crecimiento tanto a nivel individual como colectivo.

Y es que abandonar los fanatismos de ambos lados es un imperativo moral y político; solo mediante el compromiso con la colaboración y el respeto mutuo podemos construir una sociedad más justa, inclusiva y próspera para todos. Ha llegado el momento de dejar atrás las divisiones del pasado y avanzar hacia un futuro en el que la política sea un instrumento de unión en lugar de división.

Parafraseando a Diderot: “del fanatismo a la barbarie sólo media un paso”