Necesitamos una revolución interna que apunte a impulsar el valor de la solidaridad dentro de la familia y en la sociedad.
La solidaridad, la consideración y el respeto por los demás deben fomentarse desde los primeros años en el hogar y durante la educación inicial, porque educación sin valores personales no es educación.
La formación de nuestros hijos y alumnos debe buscar hacer de cada uno un ciudadano considerado y solidario con los demás, no una persona egoísta y centrada en sí misma y en sus logros personales. El respeto y la consideración por todos debe ser el sello de la educación, la que se verá reflejada en futuros buenos ciudadanos, orgullosos de su país.
Actualmente, el problema de fondo en nuestra sociedad es la falta de valores, lo que lleva a las personas a tomar sus decisiones por razones basadas en: egoísmo, envidia, orgullo, ostentación, odio y la falta total de consideración por el otro.
La falta de valores se agrava en nuestro país donde por razones económicas y legales, vivimos en medio de una creciente informalidad. Somos testigos de cómo lo que empieza como informalidad, muchas veces degenera en ilegalidad y hasta crimen organizado, generando caos social, la multiplicación de los conflictos sectoriales y el consiguiente aumento de la violencia.
La incertidumbre y el miedo retroalimentan el egoísmo y la falta de consideración, empujando a las personas a aislarse, centrarse en su protección personal, haciéndolas incapaces de ver más allá de sus propios intereses. En ese contexto las personas se preocupan sólo por sus derechos y no por sus deberes, obligaciones y responsabilidades. Menos aún se tienen en cuenta los derechos y los intereses de los demás.
Esta actitud termina reproduciéndose en todas las instituciones: ministerios, congreso, gobiernos regionales y locales, etc., produciendo la desconfianza y la frustración de la población en los campos: social, económico y político.
Elevar el nivel de vida no se puede centrar únicamente en el aspecto económico, sino que debe implicar también el nivel ético y moral: solo de esta forma nos acercaremos de manera sostenible al progreso y a la armonía en la vida social.
Tengamos muy presente que un medio importantísimo de formación es el EJEMPLO y los mensajes que de manera informal compartimos cotidianamente con nuestros hijos y alumnos.
La educación es tan importante que quizás ha llegado el momento de plantearnos si las instituciones educativas deben seguir a cargo de los gobiernos de turno, o si convendría que fuesen guiadas por un organismo autónomo y laico, integrado por especialistas en educación con una trayectoria reconocida y un compromiso ético sólido.