De verdad estoy cansado de que en este país uno no pueda opinar sin ser inmediatmente etiquetado; si critico a un político progre al instante me tildan de facho; si hablo de la propiedad privada y libre mercado me acusan de defender los privilegios y si digo que respeto a la comunidad LGBT+ ya inmediatamente me convierten caviar o lo que es peor, de “de izquierda radical”.
Pues les diré que no no soy caviar. No tengo ni trabajo en una ONG, no vivo de becas ni consultorias del estado ni he hecho activismo profesional. Pero, tampoco soy facho, no quiero ni estoy a favor de la represión ni el odio o la intolerancia, ni tengo un discurso moralistas conservador que apesta a viejo y anticuado.
Lo yo que quiero es mucho más sencillo, quiero que se respete al que piensa distinto, que se respete el esfuerzo y la propiedad privada de quien trabaja, que se respete el derecho a amar y a expresarse libremente, a construir una vida sin miedo y sin ninguna clase de etiqueta.
¿En que momento todo eso se volvió motivo de ataque? ¿Desde cuándo defender la propiedad me convierte en abusivo? y, ¿Desde cuándo defender la meritocracia o la diversidad sexual me convierte en enemigo público?
Estoy harto y cansado de vivir en un mundo polarizado que ha sido secuestrado por dos bandos que no se escuchan entre si. También estoy harto de que el odio venga desde ambos lados como si esa fuera la única manera de hacer política. Estoy más que harto de las personas que me juzgan por no repetir sus consignas como ellos quieren, como si estuviese prohido pensar por mi mismo.
Todo está demasiado polarizado pues si no soy de izquierda entonces seguro me tildan de fujimorista; si no soy fujimorista entonces de hecho soy comunista; y si no soy de ninguno de esos lados entonces inmediatamente me lanzan la palabra «mágica» y automáticamente recibo la etiqueta de caviar. Y todas las etiquetas me las ponen solo por no pensar como ellos, los de derecha me dicen caviar mientras que los de izquierda me dicen llaman facho.
Nos han metido en un callejón sin salida en donde pensar con matices está mal visto y la libertad de pensamiento y el tener criterio propio se castiga más que la corrupción. Si no soy como ellos no soy nada.
Puedo defender la propiedad privada sin ser millonario y puedo pedir justicia sin ser comunista. Puedo respetar a una persona trans sin ser progre y también puedo creer que una familia puede tener muchas formas sin querer destruir la tradición.
Lo único que no quiero es vivir entre etiquetas, pero si quiero vivir en un país donde haya lugar para todos, donde el diálogo reemplaze a los gritos y donde no te maten solo por ser, pensar o por amar.
Porque definiticamente no soy ni caviar ni facho. Solo soy peruano, y estoy harto.