A raíz de la reciente aprobación en el Congreso de la ley de amnistía para elementos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional que están procesados por presuntas violaciones a los derechos humanos durante los años de violencia en nuestro país se reabre un debate sobre cómo se debe nombrar a ese trágico periodo, es entonces muy importante aclarar los términos una vez más porque las palabras no son inocentes y cuando hablamos de historia la precisión cuenta.
Entre 1980 y el año 2000 el Perú no vivió un “conflicto armado interno” como pretenden afirmar algunos sectores, lo que ocurrió sin lugar a dudas fue una campaña sistemática de terrorismo llevada a cabo por grupos terrotistas como Sendero Luminoso y el MRTA que tenían como único objetivo alcanzar el poder a través de la violencia, el terror y la destrucción del orden social.
El lenguaje no es neutral, nombrar es tomar posición
Decir “conflicto armado interno” da entender que se enfrentaron dos partes iguales en una guerra convencional lo cual es falso y moralmente inaceptable.
El Estado peruano, a pesar de sus aciertos y errores como cualquier Estado en situaciones como la que vivimos reaccionó para proteger a la población civil frente a organizaciones criminales que asesinaron niños, volaron torres eléctricas, dinamitaron pueblos enteros y ejecutaron a miles de campesinos por negarse a seguir su ideología.
Llamar “conflicto armado interno” a lo que realmente fue una guerra del terrorismo contra el Perú no solo blanquea a los victimarios, lo que hace es confundir a las nuevas generaciones además de ofender la memoria de las miles de víctimas inocentes que dejaron estos sangunarios grupos terroristas; también es un término instrumentalizado por quienes intentan presentar a estos criminales como “combatientes” o “presos políticos”.
Justicia sí, pero sin reescribir la historia
¿Hubo excesos por parte de algunas unidades del Estado? Si, y esos casos deben de ser ser investigados con imparcialidad y no con revancha ideológica pero equiparar esos hechos con el accionar salvaje y generalizado del terrorismo es una grave distorsión y peor aún, usar un término neutro como “conflicto armado interno” solo beneficiará a aquellos que pretenden reescribir la historia.
Lo que vivimos en el Perú fue terrorismo y punto. Si queremos justicia verdadera con una memoria digna y reconciliación sincera es necesario que comencemos a llamar las cosas por su nombre.
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