Opinión

El Estado juega a Robin Hood con cheques sin fondos, por José Luis Tapia

El Congreso acaba de aprobar una redistribución de 10 mil millones de soles hacia gobiernos locales, al mismo tiempo que el Ejecutivo intenta compensar la baja del IGV con un aumento al Impuesto a la Renta. ¿Resultado? Un cóctel fiscal tóxico que puede agravar aún más el estancamiento económico que ya sufrimos.

El diagnóstico es sencillo: el Estado peruano gasta más de lo que tiene, y ahora quiere financiar ese exceso exprimiendo aún más a los que sí producen. ¿Cómo lo hace? Prometiendo alivio tributario con una mano, y con la otra, metiéndola más hondo en el bolsillo del emprendedor, del profesional, del pequeño empresario.

Lo del Congreso es peor aún: reparten dinero sin decir de dónde saldrá. Aprobaron esta transferencia multimillonaria, sin sustento técnico, sin estudio de impacto, sin rendición de cuentas. El argumento, como siempre, es “ayudar a los municipios”. Pero ¿a qué municipios? ¿A los que no ejecutan ni el 50% de su presupuesto? ¿A los que contratan a dedo? ¿A los que sirven como base territorial de clientelas políticas?

Estamos ante una peligrosa mezcla de populismo fiscal y desesperación recaudadora. No se gobierna así un país que necesita recuperar la inversión privada, atraer capital, formalizar el empleo y reducir la pobreza. Lo que están haciendo es exactamente lo contrario: ahuyentan la inversión, castigan la formalidad y premian el mal gasto.

El problema no es bajar el IGV ni transferir fondos a los municipios. El problema es que no hay una reforma institucional que ponga freno a la lógica depredadora del Estado. No hay una regla que impida aprobar gastos sin financiamiento. No hay límites al crecimiento de un aparato estatal lleno de ministerios, consultorías y organismos que poco o nada producen.

Desde hace años proponemos lo obvio: si queremos aliviar la carga tributaria, también debemos reducir el tamaño y el costo del Estado. Menos impuestos, sí, pero también menos gasto político, sin tocar justicia, seguridad y obras públicas. No podemos seguir administrando la pobreza con parches. Necesitamos liberar las fuerzas productivas del país.

Porque al final del día, el Estado no tiene plata. Solo tiene la que te quita. Y si seguimos dejando que repartan cheques sin fondos, alguien pagará la cuenta. Como siempre: tú, tus hijos, y el próximo gobierno.