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50 precandidatos y ningún rumbo, el “circo” electoral rumbo al 2026

El país se dirige a las elecciones generales de 2026 y son más de 50 los precandidatos presidenciales, no es broma, solo es un reflejo claro de una democracia herida, llena de ambiciónes personales pero desprovista de un proyecto colectivo; esto más que una contienda electoral se esta convirtiendo en un circo político caótico, ruidoso y grotesco.

En la vitrina de aspirantes a una candidatura presidencial encontramos de todo como en botica, desde inhabilitados, prófugos, personajes mediáticos, empresarios, comediantes, exalcaldes fallidos, líderes partidarios que no lideran a nadie, hasta académicos sin calle; cada uno de ellos asegura que quiere“salvar al país”, pero la mayoría no tiene ni la capacidad de ordenar y guiar a su propio partido y otros ni siquiera tienen uno.

El debate electoral, que debería ser una carrera de ideas se ha convertido en una simple competencia de egos, parece que fuésemos a elegir al delegado de aula, no al presidente de la República.

Por otro lado si esperamos algo de institucionalidad, la decepción es aún mayor. En varios partidos, las “elecciones internas” no son más que una formalidad, como en APP donde el líder-fundador César Acuña tiene ganada su candidatura sin competencia real, se lanza cuando quiere, se baja cuando conviene, y vuelve cuando las encuestas le sonrien; la democracia interna es apenas decorativa.

Son pocos los partidos que respetan el principio “un militante, un voto”, y aún menos los que lo aplican con transparencia; la democracia interna, cuando existe, es débil y manipulable y así el país entero paga el precio de estructuras políticas que no forman líderes, sino caudillos de temporada. Uno de los pocos partidos que intenta mantener esa lógica es el APRA, que -con los errores y problemas que pueda tener- al menos organiza elecciones internas abiertas a su militancia. Puede gustar o no su propuesta política, pero por lo menos respeta las reglas mínimas de una democracia interna funcional.

La fragmentación política no es señal de diversidad, sino de vacío de liderazgo; en esta lista de 50 nombres, los discursos se repiten, las promesas flotan sin sustento, y el populismo –de derecha, izquierda o centro– se impone como estrategia para captar a un votante cada vez más desencantado y encima de todo, desinformado.

Mientras los políticos comienzan a afilar su vocabulario para ver como atacar al contrincante, los verdaderos problemas del país siguen fuera de agenda: inseguridad, corrupción, desempleo, salud pública; nadie habla de lo realmente importante, solo repiten frases aprendidas de memoria sin tener tener la más mínima idea de nada; “poner mano dura”, “refundar la patria”, «expulsar a los extranjeros» o “cambiar la constitución”, son expresiones que escuchamos hasta el cansacio.

Lo más preocupante es que esta avalancha de candidaturas ha normalizado la improvisación, como si lanzarse a la presidencia fuera un simple acto de voluntad individual para satisface las ansias de poder y no una responsabilidad histórica. ¿Dónde queda el país en medio de todo esto? ¿Y el ciudadano, perdido entre tanta bulla?»

El Perú no necesita tantos candidatos, lo que necesita es una visión de país con partidos políticos sólidos y ciudadanos que exijan más y mejor y si no cambiamos este guion, este circo electoral se repetirá cada cinco años, con nuevas máscaras, pero con los mismos vicios de siempre.