Opinión

Perú, país de “desconectadas” gentes, por José Luis Gil

Por José Luis Gil, exmiembro del GEIN

Es difícil poder entender por qué los peruanos no nos podemos poner de acuerdo frente al desafío de tener un oscuro horizonte para enfrentar las amenazas a la seguridad interna y sacar adelante al país.

La forma tan fragmentada en la que vivimos en todo orden de cosas parece no ser de estos tiempos, sino, de muchos años atrás. Ya Nicolás de Piérola, el viejo, decía que “vivimos en un país de desconcertadas gentes”, para expresar la desunión casi histórica que tenemos.

Pero ese desconcierto no solo pasa por lo sorprendente de los actos cainitas en lo social, económico y de la política peruana, sino por la desconexión de todos los sectores entre sí y, sin embargo, seguimos conviviendo.

El columnista Luis Fernando Nune, en su artículo “Perú, país de desconcertadas gentes», publicado en el portal PQS el 1 de febrero de 2023, menciona las reflexiones de María Rostworowski y sus interrogantes de ¿por qué, a pesar de haber sufrido numerosos embates a lo largo de nuestra historia, aún sobrevivíamos como nación?, argumentando que “porque no somos una nación. Lo que no existe no puede desaparecer, nunca lo hemos sido, ni siquiera en el Tahuantinsuyo, pues este fue un imperio militarista, elitista y semi esclavista. El odio fue el elemento principal, el disolvente, que impidió que las diferentes culturas se cohesionaran en una sola nación. Y ese odio persiste hasta ahora”, según la historiadora.

Tal vez esto explique cómo es posible que tengamos una presidente como Dina Boluarte, sin partido político propio que la sostenga y que haya tenido que recurrir a un impresentable César Acuña para que sortee los vericuetos del Congreso y logre estabilidad.

Cómo es posible también que, siendo un país atacado furiosamente por la izquierda y los caviares, que aunque parezcan peleados se comportan funcionalmente cuando de “dinamitar” a la derecha se trata, tengamos un crecimiento histórico de 4.6% en la economía, “gracias” a una minería permanentemente atacada; y por qué tenemos estabilidad económica a pesar de los cientos de ministros de Estado que han pasado por Palacio (y los presidentes presos que hay). Qué difícil es comprender.

Cómo es posible que la presidenta nos enrostre a los peruanos que vamos bien económicamente (aunque no sea su cosecha) y aún persistan las carencias sociales, la pobreza y extrema pobreza y los rencores la hayan llevado al “pozo” de los (malos) deseos ciudadanos al punto de que muchos gritan a voz en cuello que debe irse (0% de aprobación).

Cómo es posible que viaje al Vaticano a saludar al papa León XIV que en nada beneficiará al país (el papa no necesita ser convencido de que el Perú es una maravilla, mucho menos por una presidente tan desprestigiada) y no se quede a consolar a la familia doliente de un niño de 6 años que murió bajo las balas de la criminalidad callejera. Cómo es posible todo esto y aún sobrevivir.

Lo único que ahora creo que nos hace vivir como nación, con la unidad raída y llena de “parches”, es la infinita voluntad de la mayoría de los peruanos que no están dispuestos a morir de hambre y se levantan todas las mañanas a trabajar, tal vez no para salvar al país, sino a salvar sus hogares del olvido y la indiferencia de los políticos que no están pensando en el futuro del país, sino en las futuras elecciones.

Sabemos que la unidad será muy difícil, pero debemos hacer el esfuerzo por construirla, aunque vaya contra la historia, aunque tengamos que taparnos la nariz, porque de lo que si estamos seguros es que serán esos caudillismos, egos monumentales y pobres espíritus mesiánicos las primeras murallas que el voto popular debe derribar para dar paso a una nueva etapa. Sí se puede.


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