Opinión

¿Desconocidos como candidatos presidenciales? La encrucijada de los partidos tradicionales rumbo al 2026

Las elecciones del 2026 están cada vez más cerca y el escenario político comienza a moverse, los partidos tradicionales están venidos a menos por escándalos de corrupción, conflictos internos o desconexión con la ciudadanía y enfrentan un desafío clave: renovarse o desaparecer.

Es aqui donde una decisión marcará la diferencia entre volver a tener una presencia relevante o seguir perdiendo terreno: romper con el pasado y dejar atrás los apellidos de siempre.

Durante décadas los partidos políticos han sido casi caudillistas, girando en torno a figuras repetidas y apellidos conocidos; hiijos, hermanos, esposas y herederos políticos intentado mantener viva la marca de líderes históricos, como si la sangre garantizara visión o liderazgo, a final los resultados están a la vista: desconfianza ciudadana, bancadas marginales y una total falta de conexión con las nuevas generaciones.

Hoy la gente necesita y pide algo diferente, el desgaste de los rostros conocidos —que representan más nostalgia que propuesta— debería obligar a los partidos a mirar fuera de sus círculos cerrados.

No se trata de repetir apellidos, sino de construir liderazgos nuevos, personas formadas, con experiencia técnica o social, sin pasivos políticos y con la capacidad de proponer un futuro distinto al que nos trajo hasta aquí. Gente que no cargue con el peso del pasado, que pueda hablar de futuro sin pedir disculpas por los errores del ayer.

Continuar con más de lo mismo apostando por las viejas fórmulas es un error que los partidos no deberían cometer; no basta con que un apellido sea recordado para que una candidatura sea viable pues es un hecho que muchas veces, ese recuerdo viene acompañado de escándalos, autoritarismo, corrupción o promesas incumplidas.

La política necesita renovación real y no marketing genealógico, todos los partidos tradicionales tienen aún la oportunidad de reconstruirse si se atreven a abrir paso a caras nuevas, sin lastres y sin culpas heredadas.

No es fácil, ya que romper con el pasado exige valentía, pero si de verdad quieren volver a ser tomados en serio deben entender que el futuro no está en los nombres de siempre, sino en la capacidad de ofrecer algo distinto.

Creo que ha llegado el momento de dejar atrás los apellidos.