Opinión

¿Transformer tahuantisuyano?, por Francisco Calisto Giampietri

Hace algunas décadas era un escándalo cambiar de camiseta política. Se nacía y moría aprista, comunista, acciopopulista o socialcristiano. En el Perú existía algo que se llamaba consecuencia, fidelidad a los principios, en suma, decencia política. Pero un buen día algo ocurrió y los oportunistas se multiplicaron exponencialmente, los apóstatas, tránsfugas y traidores fueron moneda corriente en un variopinto paisaje político, al extremo de que un conocido líder zurdo terminó siendo apodado como el “mil partidos”.

El mal ejemplo cundió y otros fulanos, de derecha e izquierda, confundieron a las organizaciones partidarias con clubes deportivos, grupos de amigos o simplemente franquicias de turno. No se trataba de una traición al credo político, sino de un sacha “jale partidario”. ¡Faltaba más!

Fue en el Congreso de la República donde con gran roncha, pana y estilo se perfeccionó la técnica del transfuguismo; así se hicieron realidad las sacadas de vuelta más espectaculares y legendarias, aupadas por el Tribunal Constitucional. Hoy, en el 2025, ya nadie se asombra de que existan cientos de hijos de la guayaba que empezaron siendo apristas, luego se convirtieron en toledistas, más tarde en humalistas, vizcarristas, de ahi sagastistas, finalmente en castillistas y hoy boluartistas. En suma, artistas, consumados de la desfachatez y el acomodo.

Pero como en el Perú siempre se puede ser peor, hoy tenemos a alguien que ha batido todos los récords de la sinvergüencería: don Antauro Humala, sí, el de las manualidades de Hello Kitty. Antauro se ha vendido a menudo como velasquista y como socialista tahuantinsuyano, pero cuando le ha convenido ha afirmado que “Lo mejor que ha dado la izquierda (desde el conquistador Francisco Pizarro hasta ahorita), como partido político, ha sido Sendero Luminoso…”.

El hermanito de Ollanta, a la par que conchudo y más mediocre que su hermano, es un figuretti de gran escala y por eso, sabiendo que en el Perú no existe la pena de muerte, se ha desgañitado prometiendo fusilar a los “presidelincuentes” para llamar la atención de los despistados y desinformados. De esta forma se ha presentado como un supermoralizador.

En esta línea de ideas, el responsable del ‘Andahuaylazo’ se ha vendido también como un machazo entre los machazos, como el campeón peruano de la homofobia. Para ello apeló al lenguaje más directo y crudo: “Yo no conozco la palabra gay, la palabra correcta es maricón» (decía). Además, afirmó que los homosexuales habían “expropiado la bandera del Tahuantisuyo, que era el símbolo de los etnocaceristas”.

Sus excesos antidemocráticos, su bocaza y su estupidez fueron motivo para que el JNE tachara su partido y lo sacara de carrera. Antauro anduvo, pues, desolado un buen tiempo y no pudo formar un frente con las izquierdas, porque en estos predios, según el, habría una buena cantidad de gays. Ellos nada querían tener que ver con el “fascistón homofóbico”.

Entonces fue que, contra todo pronóstico, el etnocacerista “reculó” y se fue a buscar una alianza con “Juntos por el Perú”, el partiducho de Verónica Mendoza, organización donde militaba nada más y nada menos que el activista trans Gahela Cari, quien fuera candidato por esta agrupación política en las pasadas elecciones generales. ¿Cómo terminó el asunto? En que los verónicos, que son tan oportunistas como Antauro, con dicho jale hicieron que perdiera Gahela que ahora quiere armarle la bronca al fascistón homofóbico. “Desde que estoy tratando con JPP, todos los maricones han salido. No hay ningún homosexual, ni esa gente”, afirmó el condenado por asesinato de policías en Andahuaylas.

Falta mucho tiempo para las elecciones generales y a nadie debiera asombrar que en el futuro Antauro hable pestes de Velasco y del Tawantinsuyo, o diga que en vez de fusilar a los “presidelincuentes” les ofrecerá asesoría sicológica. Tampoco que la homosexualidad no es mala porque no mata. Pero tranquilo que nada puede asombrarnos del transfóbico político, otrora macho alfa de Hello Kitty, hoy convertido en el Gahelo del Tahuantinsuyo. Razón tenía mi abuela al decir: “No escupas al cielo que te caerá en la cara”.